Existe una mala costumbre de valorar las cosas por su precio y no por su valor; usualmente, no se distingue entre lo que es valioso y lo que no lo es y se confunde “precio” con el “valor”. Este está íntimamente ligado a la capacidad que tiene un bien de generar beneficios; por lo tanto, no necesariamente el del precio más alto genera mayores satisfacciones. El precio es el punto justo donde se cruza la curva de la oferta con la de la demanda (el punto donde acuerdan hacer la compraventa). El máximo precio de una propiedad está topado por el máximo valor alcanzado en el mercado por propiedades similares en las mismas circunstancias y que le permitan obtener iguales beneficios.
Es importante tener presente que, en general, un bien raíz no vale igual para el comprador y el vendedor: Este tratará de saber cuál será el valor mínimo al que aceptaría la operación y el comprador tratará de determinar el valor máximo que debería estar dispuesto a pagar por el bien.
Así las cosas, usted siempre tiene que preguntarse si el bien que quiere adquirir tiene más valor que su dinero; pero, ¿cuál es el valor del dinero? La respuesta es que tiene mucho valor, porque su uso es universal, sirve para vivir, para satisfacer una gama infinita de necesidades de primer orden, por lo regular es escaso y genera grandes beneficios. Pero entonces, es importante definir el valor: Es la capacidad que tiene un bien de generar beneficios presentes y futuros. Es una cualidad que incide en el deseo del ser humano de poseer o adquirir el bien.
El filósofo español José Ortega y Gasset afirmó alguna vez que “el hombre es el único ser que tiene historia y proyecto de vida, aquí se encuentra la génesis del valor, por lo que está obligado a valorar para dar seguimiento y consecuencia a su proyecto de vida”. Además, de ser seres históricos, los humanos tienen proyectos: Desde temprana edad, se sueña y se persiguen metas que dan forma a los proyectos de vida.
Como ejemplo, citaría el sueño de cualquier mexicana: una casa para la familia, aunque sea el peor de los negocios inmobiliarios, pero que genera grandes beneficios de estabilidad familiar, estatus social y otros. Los proyectos de vida no solo nos proporcionan un sentido de propósito y dirección, sino que también nos impulsan a crecer y a evolucionar como individuos., lo que origina la génesis del valor.
Para abrir aún más el concepto de “valor”, fuera del ámbito inmobiliario, mencionaré el “valor de la marca”: un “intangible” muy valioso que no puede faltar en el balance de las grandes corporaciones y que puede llegar a representar el 25% del valor de los activos. Por otra parte, habría que considerar qué es el “valor de la marca”: Es la cualidad del valor que genera la fuerza magnética del deseo y atracción de adquirir, disfrutar o poseer algo. En palabras sencillas, es la cantidad de dinero que le imputamos a lo que deseamos. El valor es una medida del deseo.
Retomando el tema inmobiliario, es importante recordar que el valor se crea, se incrementa, se conserva, decrece y se destruye. Otro principio rector sobre el valor es que debe de haber dinero en el mercado, escases del bien y deseo de adquirirlo, para que se consolide el valor. Por lo tanto, no existe plena certeza de que el valor vaya a estar siempre in crescendo…
Un ejemplo clásico de valor inmobiliario podría ser la casa de Carlos Slim, frente a Central Park, que oferta en 80 millones de dólares. Está hecha de piedra caliza, estilo ‘palazzo’ y se construyó en 1901. Quedan muy pocas en la zona. Tiene una superficie construida de 1,900 mt2, lo que arroja la cantidad de 800,000 pesos x mt2, precio unitario, de construcción y terreno. El precio está definido por el vendedor.
Pero ¿qué hace que una propiedad de ciento veinte años de edad pueda alcanzar esos precios? Dice el filósofo Schopenhauer que “el deseo mueve al hombre. Este es hijo de la carencia, que a la vez es intrínseca a la existencia”. Porque el ser humano es contingencia, así la existencia siempre será incompleta e inacabada. El hombre es necesidad, el hombre es deseo. Si fuéramos seres acabados, completos, no nos haría falta nada.
Don Carlos Slim ya poseyó la mansión, ya no la desea, ahora la vende porque está recreando su deseo. Todos, cuando pasen frente al número 1009 de la Quinta Avenida, voltearán a ver la casa que significa éxito, clase social y poder. El deseo irrefrenable de los hombres, de aparentar, aparecer y poseer, vale muchos millones de dólares, la imagen cuesta para satisfacer el ego. Y el valor de la mansión, será una medida del deseo, que tiene un precio de ochenta millones de dólares, ¡en esta ocasión! Pero recuerde: siempre haga la comparación del valor de su dinero vs el valor del bien deseado y decida el precio.