¿Qué tienen en común Megan Fox abriendo el cofre del coche en Transformers (2007), Halle Berry saliendo del mar en bikini en Die Another Day (2002) y Gal Gadot caminando mientras investiga un crimen en Fast Five (2011)? 

Por un lado, formaron parte del elenco de algunas de las franquicias más exitosas del cine en las últimas décadas. Por otro lado, representaron personajes femeninos diseñados para el ojo masculino exclusivamente. ¿Por qué otra razón su cuerpo sería el tema central de la historia de sus personajes? ¿Qué otras cualidades o habilidades las hacen destacar? Literalmente, ¿qué aporta su aspecto físico a la trama?

Para responder estas preguntas, podemos partir del concepto de “male gaze” o mirada masculina, que propuso la teórica feminista Laura Mulvey en su ensayo Visual Pleasure and Narrative Cinema (1973). En general, plantea que la desigualdad sexual —el desequilibrio del poder político y social entre hombres y mujeres— es una fuerza social que controla la forma en que hombres y mujeres son representados en el cine (Brady, 2023). 

En este sentido, el male gaze tiene como objetivo satisfacer las necesidades y el placer de la audiencia masculina. ¿El resultado? Narrativas o historias situadas en un “mundo de hombres y para hombres” donde sus experiencias son universales y el punto de vista masculino es el único válido. También, personajes masculinos dominantes y activos que controlan la trama y sin los cuales no existiría la acción. Finalmente, personajes femeninos pasivos e irrelevantes que, en muchas ocasiones, funcionan más como un objeto visual de adorno que como una parte de la trama en sí. 

Sin embargo, gracias a la influencia de los movimientos feministas en las empresas, en los gobiernos, en la academia y en las calles, la audiencia y la misma industria cinematográfica han ido cuestionando poco a poco estos esquemas desiguales. Cada vez se desafían más las películas en las que las mujeres solamente son objetos visuales, pero también aquellas en las que los personajes femeninos no tienen agencia, desarollo, poder de decisión o una historia propia que contar. Ahora, es necesaria una representación más crítica e inclusiva que refleje la diversidad de mujeres en el mundo y sus distintas experiencias, perspectivas y voces. 

¿Y de qué sirve la representación femenina en el cine? Sí se ejecuta correctamente, el cine tiene una capacidad transformadora que puede desafiar percepciones arraigadas sobre el sexo, el género, las relaciones humanas y el mundo en general. También es capaz de combatir los estereotipos de género simplistas que limitan las capacidades y aspiraciones de las niñas y mujeres, así como desmantelar estándares de belleza inalcanzables que dictan cómo debería ser el cuerpo, la mente o el espíritu de una mujer. Finalmente, este cine puede rescatar y amplificar la voz de aquellas mujeres que han sido históricamente silenciadas, violentadas u olvidadas, permitiéndoles contar su propia historia en sus propios términos. 

Referencias

Brady, T. (2023). Brainwashed: How the male gaze in cinema has kept women boxed in. De The Irish Times: https://www.irishtimes.com/culture/2023/05/13/brainwashed-how-the-male-gaze-in-cinema-has-kept-women-boxed-in/ 

Incubadora Míticas impulsa a mujeres en el ámbito público y privado hacia puestos de liderazgo y toma de decisiones, a través de tres ejes: individual, institucional y de incidencia. Tiene una red de mujeres profesionistas y un programa de mentorías; da servicios de consultoría a instituciones para promover la diversidad, igualdad e inclusión e incide en la opinión pública y en la creación de políticas públicas para promover la equidad de género. 

Puedes conocer más en https://www.incubadoramiticas.com/ y en https://www.instagram.com/incubadoramiticas/    

Esta columna editorial es parte de un piloto para sumar voces jóvenes y frescas, con nuevas perspectivas, a la sección de opinión de AM.

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Gracias de antemano – Antonio Lascurain, Subdirector Editorial

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