El caso del sistema de salud mexicano es importante y trascendente para numerosas naciones e instituciones de salud a nivel global; es decir, México es asunto de muchísimas personas.
Hay que entender que las enfermedades no conocen fronteras, por lo que mejorar las condiciones de salud en México ayuda a prevenir la propagación de enfermedades infecciosas y crónicas que pueden afectar a otros países. Un sistema de salud robusto en México contribuye a la detección temprana y contención de brotes, reduciendo el riesgo de pandemias globales.
De igual manera, es sabido que nuestro país es de tránsito y origen de migrantes, por lo que la mejora de la salud nacional reduce la carga sanitaria en las regiones receptoras. Sin olvidar que somos, además, un destino turístico importante, por lo que mejorar la atención médica y las condiciones sanitarias asegura la salud de los turistas y minimiza los riesgos de salud pública internacionales.
La salud está directamente vinculada a la productividad y la estabilidad económica. Por lo tanto, un México saludable contribuye a una economía más fuerte, lo que beneficia a los socios comerciales. Tener mejores condiciones de salud atrae inversiones extranjeras, ya que las empresas prefieren operar en entornos donde la salud de empleados y consumidores está garantizada. Hay que recalcar que México es un socio clave en multitud de programas de salud internacional. Su participación efectiva y mejoras en la salud pueden servir como modelo y apoyo para iniciativas regionales y globales. Al colaborar en investigación médica y ensayos clínicos, se benefician los sistemas de salud.
México enfrenta desafíos como desastres naturales y enfermedades transmitidas por vectores, por lo que las acciones relacionadas con la estabilidad climática en colaboración con otras regiones son cruciales para mitigar esos efectos.
Por último, mejorar la atención médica en México contribuye a la consecución del derecho a la salud, que es un principio fundamental de los derechos humanos, cumpliendo con los acuerdos internacionales e interinstitucionales alrededor del planeta.
Para abordar de manera eficaz los problemas de nuestro país, la cooperación internacional deberá ser estratégica, multifacética y colaborativa. El intercambio de conocimientos, datos y mejores prácticas, así como redes de investigación es imprescindible, ya sea entre instituciones o universidades, además de programas de intercambio para capacitación y entrenamiento.
Será necesario negociar para acceder a medicamentos esenciales y la transferencia de tecnología a precios asequibles, colaborando además para que esta última sea la más avanzada y acorde a las necesidades nacionales.
El acceso a fondos internacionales, como los de la OMS, el Banco Mundial y otras agencias, para abordar desafíos específicos como diabetes, obesidad, salud materno-infantil y enfermedades infecciosas deberá ser gestionado. También se debe apostar por el establecimiento de protocolos de colaboración para la gestión de pandemias y brotes internacionales, con el soporte técnico y logístico para situaciones de emergencia como desastres naturales u otras crisis sanitarias. Participar en iniciativas globales, armonizar políticas públicas y reglamentación, con el asesoramiento de expertos internacionales que fortalezcan nuestras capacidades, deberá ser una prioridad.
Bien dicen por ahí: “Unidos prevaleceremos, divididos caeremos”. Para esta nueva administración, la colaboración internacional deberá ser una prioridad y es importante notar que las puertas están abiertas siempre que se esté dispuesto a aportar lo propio. México es trascendente e importante y deberá sumarse a la apuesta global de mejorar las condiciones de salud de la humanidad. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre
RAA