“Lo siento, di todo en este trabajo, pero ustedes enviaron una señal clara: el gobierno debe de cambiar y el juicio de ustedes es el único que cuenta…escuché su enojo, su decepción, asumo la responsabilidad…

De su sucesor, quien ganó la elección: “Los éxitos de Keir Starmer serán nuestros éxitos, le deseo a él y a su familia lo mejor, él es un hombre decente con espíritu de servicio público, ellos necesitan todo nuestro apoyo”

Rishi Sunak, ex Primer Ministro del Reino Unido al entregar el poder a su sucesor. 

Desde que tomó posesión como Primer Ministro, Rishi Sunak, hijo de inmigrantes de la India, mostró una calidad humana sobresaliente. En poco menos de dos años que duró su mandato no pudo enderezar las fallas de su partido y otras tormentas que lastimaron a los ciudadanos. 

La decencia de su último mensaje fue asumir la responsabilidad de la derrota y aceptar el enojo y la decepción del electorado. Con humanidad de bien, deseó éxito a Keir Stamer, el nuevo Primer Ministro del partido laborista. 

¿Quién de nuestros políticos locales y nacionales tuvo alguna vez esa decencia, esa actitud de responsabilidad frente a la derrota? ¿Lo vimos en Marko Cortés o en Alito Moreno? Saciados con sus pluris, quieren seguir hasta la ignominia sin renunciar. Ninguno de nuestros políticos acepta la derrota, comenzando por el presidente López Obrador en 2006. Aunque recuerdo a José Antonio Meade, quien es una persona decente, reconocer su derrota y desear éxito al hoy presidente. 

¿Qué es la decencia en el poder?  Primero aceptar que el encargo es eso, un mandato de los ciudadanos para servir y no un premio que entregó el partido o un privilegio para hacer y deshacer a capricho. La decencia es cuidar los recursos públicos y no usarlos para beneficio de partido, de grupo, personal o familiar. Es indecente quien hace negocios a la sombra del poder, quien usa fondos públicos para patrocinar campañas, quien borra a la oposición y la crítica de su horizonte vital. 

El tema es importante para Guanajuato porque hay un cambio en la composición del Congreso, porque el PAN perdió terreno, porque hay un profundo sentimiento de insatisfacción y derrota en la seguridad pública. 

También la decencia está en asumir la responsabilidad de gobernar y no delegar lo que al mandatario le fue delegado directamente por el elector. Ni Claudia Sheinbaum ni Libia García pueden permitir que su partido o su antecesor metan mano en el nuevo sexenio. Porque las tareas pueden delegar pero el poder no. 

Decencia es dar todo lo que se tiene de tiempo y esfuerzo para que las metas se cumplan, para que no haya minuto sin que el estado avance. Nada impide un trabajo coordinado de 24 horas al día y 7 días a la semana. En seguridad, en servicios públicos e incluso en construcción de obra, no hay tiempo que perder. 

Pero la decencia no solo debe provenir de quien gobierna sino también de la oposición. Porque el fin es la gente. Desear que le vaya mal a Claudia o a Libia para que el poder cambie de manos es desear que le vaya mal a México y a Guanajuato. Eso es también una indecencia.

La primera tarea de los gobiernos que llegan es escuchar a todos, reunirse con la oposición y reconocer que debe haber un cambio de fondo en el país. 

 

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