En el año 323 a.C., ocurrió la muerte de Alejandro Magno, tras lo cual su grandioso y vasto imperio comenzó a fragmentarse rápidamente debido a las luchas intestinas entre sus generales, conocidos como los Diádocos. Estos terminaron por dividir el imperio en varios reinos helenísticos independientes, muchos de los cuales terminaron en el absoluto olvido. Genghis Khan, líder del impresionante imperio mongol, murió en el siglo XIII y su fallecimiento provocó una situación similar: la división del imperio en varios “kanatos” o pequeños reinos, que finalmente se debilitaron y fueron absorbidos o destruidos por otros poderes regionales.

Estos ejemplos históricos muestran como la muerte (o ausencia) de un líder fuerte y carismático puede llevar a la fragmentación y declive de grandes imperios debido a las luchas internas, pugnas por el poder y la falta de un sucesor claro y competente que mantenga un rumbo y objetivos claros. Esta situación sin duda puede extrapolarse a estados, gobiernos, empresas u otros emprendimientos.

Han sido días convulsos en el ambiente político internacional. Quedó claro que, sin previo aviso, líderes de cualquier ramo y por multitud de causas pueden terminar ausentes. Esto es importante tomarlo en consideración, puesto que deben asegurarse la continuidad de proyectos o políticas públicas ante la ausencia de un gobernante o líder de alto rango. Hablando del sistema de salud, lo anterior también tiene relevancia, y para preservar el sistema sanitario en caso de que el liderazgo del mismo quede ausente, deberán implementarse diversas estrategias.

Algo imprescindible es contar con un plan de sucesión bien definido y conocido para que, en caso de ausencia, el reemplazo sea automático y sin conflictos, ya sea con la designación de un subsecretario o funcionario de alto rango que pueda asumir el cargo de manera inmediata y efectiva.

Otra medida importante es la institucionalización de políticas públicas con un diseño y documentación de proyectos que no dependan de una sola persona. Esto incluye tener equipos capacitados y procedimientos claros. Para lo anterior es necesario asegurar que las instituciones son robustas y capaces de operar de manera efectiva independientemente de quién esté al mando.

La legislación tiene un papel primordial y deben ser revisadas y aprobadas, en su caso, leyes que aseguren la continuidad de proyectos clave, incluyendo la obligación de cumplir con ciertos programas independientemente del cambio de liderazgo. Aunado a lo anterior, la cultura de transparencia y rendición de cuentas es necesaria para que el progreso de proyectos sea monitoreado y evaluado continuamente, siendo la revisión y evaluación periódica una constante para garantizar que se mantiene el rumbo planeado.

Es imperativo consolidar sistemas, instituciones y organizaciones que sean capaces de anticipar cambios, evitando la improvisación, que es generadora de inestabilidad. Prepararse para situaciones extraordinarias (a veces consideradas improbables) como la ausencia de un líder, debe ser analizado y puesto en práctica, porque las cosas sí pueden pasar. Una respuesta rápida pero cuidadosa (es decir, anticipada) ayuda a mantener la estabilidad y la confianza pública en el gobierno u otros sistemas durante una transición inesperada.

¿Qué pasa si falta algún secretario de Estado? ¿Qué ocurre si se pierde a un gobernador? ¿Qué hacer si no se cuenta con un alto directivo o mandatario del sistema de salud? Son preguntas que deben contar con respuestas sensatas, por más amargo que pueda ser responderlas. Como sociedad, habremos de apelar a conocer las alternativas dada la ausencia de un liderazgo, y la transparencia deberá ser una obligación de quienes se ostentan como líderes.

Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre

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