George Orwell, en su ficción distópica 1984, escrita pocos años después de la victoria aliada en la segunda guerra mundial, auguraba un régimen totalitario británico de izquierdas que regía de forma asfixiante y brutal los destinos de sus ciudadanos. Por medio del Newspeak, una nueva lengua, limitaba el rango de pensamiento de las personas, y de esta manera, su capacidad de rebelarse contra el Partido único en el poder. La manipulación de las categorías lingüísticas buscaba ejercer el control total sobre la realidad y la memoria histórica de Oceanía, nombre que dio a ese gigantesco estado pluricontinental en estado permanente de guerra contra fuerzas desconocidas.
Las secretarías de gobierno o ministerios, por supuesto, obedecían a esta lógica grotesca: Miniluv, era el ministerio del amor, encargado de castigar y torturar para reeducar a los disidentes; Minipax, se encargaba de la continuación permanente de la guerra, bajo la perversa falacia de que la guerra contra otros estados evita las revueltas interiores; Miniplenty o ministerio de la abundancia, se encargaba de los racionamientos en una economía planificada centralmente; finalmente, Minitrue o ministerio de la verdad, se parecía a los ministerios de comunicaciones que despliegan verdades históricas y hacen la vista gorda ante la criminalidad, las desapariciones, las fosas clandestinas, etc. El neolenguaje obedece a lo que Orwell denomina doublethink, la capacidad de una persona para aceptar como verdaderas dos creencias contradictorias.
Quizás Orwell puede parecernos ajeno o muy lejano en el tiempo, pero aspectos planteados en su distopía los vemos reflejados en muchos de los aspectos desarrollados por la sicología social y aplicados a la política en todo el mundo. Como lo comenté a principios de año con la divisa de campaña a la gubernatura de Libia Denisse García, que presentó la continuidad del PAN en el estado de Guanajuato como “un nuevo comienzo”, o la candidatura fallida por la reelección de Javier Mendoza bajo el eslogan “Que en Celaya siga lo bueno”.
Quizás el abuso al lenguaje no dé resultados por sí solo, pero marca una tendencia o por lo menos las intenciones de quienes los esgrimen. Y esto se refleja en la primera presentación formal de la gobernadora electa con un gabinete al que le faltan muchos nombres (por no decir todos) pero que evoca a Orwell. Veamos:
La secretaría de seguridad pública se llamará Secretaría de Seguridad y Paz. No sabemos aún si la encabezará algún correligionario de la madre Teresa de Calcuta. La secretaría de desarrollo social y humano tomará el nombre de la campaña: Secretaría del Nuevo Comienzo. ¿Casualidad? No lo creo, todos los apoyos, como los más de 3.000 millones de pesos en tarjetas rosas saldrán con nombre y apellido, neolenguaje guanajuatense del siglo XXI.
Aquí hago un paréntesis, tras la danza de los millones rosas, en un gesto magnánimo, García dice regresar a las arcas de Guanajuato cinco millones de pesos destinados a la transición de gobierno, equivalentes a los cinco regalados por el gobernador para el video de Belinda paseándose por la capital. Y eso que no tenemos aún una secretaría del ahorro. Pero a la opaca e invidente Secretaría de Transparencia y Rendición de Cuentas, se le llamará Secretaría de la Honestidad. No se ría, no es chiste.
Aunque los cambios fueron muchos, quiero finalizar con la secretaría ambiental que se llamará ahora la Secretaría del Agua y Medio Ambiente, como si por la vía nominal se deseara solucionar la crisis hídrica.
No sé si celebrar la creación de una Secretaría de Cultura, cuando el IEC ha sido estrangulado presupuestalmente durante el sexenio de Rodríguez Vallejo, y en particular el último año con el derroche de la campaña de García. Soy escéptico ante la absorción del Fórum Cultural de León bajo esta nueva figura, porque como pasa con todos los organigramas recién estrenados y presentados con bombo y platillos, falta lo más importante: los nombres de las personas que los encabezarán.
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