Imposible imaginar que los miembros del Poder Judicial permitan el avance de su remoción sin dar la batalla. Lo habíamos previsto desde hace meses. El golpe que el Poder Ejecutivo quiere darle al Judicial con el mazo del Legislativo, es una injusticia. Resulta increíble que, con el pretexto de mejorar, Morena quiera remover a ministros, magistrados, jueces de distrito, jueces y funcionarios porque “todo está podrido”.
En uno de los más tristes alegatos, ayer el presidente dijo que el paro de los jueces podía ser para bien porque así no dejarían salir de la cárcel delincuentes de cuello blanco. Luego comentó lo que le preocupa: un juicio de 25 mil millones de pesos. En su mente está Ricardo Salinas Pliego, quien vive enfrentado a López Obrador y a sus funcionarios. Lo demás es lo de menos.
Destruir una obra de infraestructura como Texcoco fue carísimo; si eliminar el Seguro Popular tuvo consecuencias para los más desprotegidos, la destrucción del Poder Judicial sería un colapso. Con un millón de procesos judiciales en curso, con más de 8 mil sentencias diarias que se atoran por la huelga, el país perderá muchísimo más que las otras acciones de destrucción.
No vemos cómo pueda solucionarse el conflicto si el gobierno no escucha, si el Poder Legislativo permanece tomando dictado a Palacio con puntos y comas. ¿Cómo puede permitir el cuerpo de funcionarios judiciales ser víctimas sin pelear? Imposible.
Dice el presidente que “no le preocupa”, que la huelga es ilegal y los jueces lo saben, pero que él no irá en contra de su libertad. Lo único que podría destrabar el conflicto es que el Tribunal Federal Electoral no diera sobrerrepresentación en el Congreso a Morena. O que en el Senado ningún opositor se vendiera para dejar pasar la reforma.
Absurdo, por no decir estúpido, echar por la borda millones de horas de experiencia, aprendizaje y conocimientos de quienes han entregado parte de su vida a la justicia. Doctores, maestros en Derecho, especialistas en penal, amparo, civil, mercantil, administrativo, constitucional y otras materias, verían que todo lo que estudiaron, lo que se prepararon, sería desechado por un gobierno totalmente desorbitado.
El “odio es tonto”, decía Bertrand Russell. Al final del sexenio el gobierno del desprecio y el rencor, cobra cuentas impagables. Cargarse a todo el Poder Judicial porque no le dio gusto en todos los fallos al Presidente puede desestabilizar al país. Porque, a la fuerza, ni los zapatos entran.
El pretexto de que “son corruptos” tiene el tufo de la dictadura. En Guanajuato al menos tenemos un Poder Judicial ejemplar; también los jueces federales, quienes amparan a los ciudadanos, son preparados y muy, pero muy trabajadores. La gran mayoría de jueces se sienten orgullosos de su trabajo, lo realizan con honestidad y amor a México. Saben que en cada sentencia han puesto innumerables horas de trabajo.
Permitir el paro del Poder Judicial tendrá consecuencias nefastas para la economía, para la seguridad pública, para el propio gobierno. Un país complejo y con tantos conflictos no puede andar sin una de sus partes fundamentales. La democracia es como un banco de tres patas, le quitas una y se cae. Un triciclo sin una rueda no puede avanzar.
En pocos días el temor de los empresarios puede crear una corrida hacia el dólar. Hoy rebasó los 19 pesos. Las inversiones futuras se detendrán porque, sin certidumbre jurídica, nadie querría emprender. Cuando pienso en el Poder Judicial, siempre tengo la imagen de una mexicana de excepción: Norma Piña. Para mí, ella personifica lo mejor de México.