México era un país que, en mi mente, siempre había asociado con la idea de la lucha con la liberación”.

André Breton

 

Hay muchas interpretaciones que podemos dar a la “pausa” que pidió el presidente López Obrador a Estados Unidos. Nadie tuvo claro a qué se refería en concreto; si había dado una orden a la Secretaría de Relaciones Exteriores para que los consulados de México en Estados Unidos pausaran durante un tiempo; para que Ken Salazar y el Departamento de Estado no le hablen de aquí al final de septiembre, como hacen los novios cuando se enojan.

La versión más segura es que el Mandatario estaba molesto, muy molesto. Sabemos que no era para tanto. Cuando alguien nos dice algo que no nos gusta, lo mejor es ignorarlo para no perder la calma, la paz espiritual. Pero como todo lo que dice el Presidente se vuelve viral y objeto de comentario, la “pausa” dio para mucho. Si desenredamos de nuestra mente los seis años de mañaneras, diremos que no se necesita una pausa sino muchas. A 31 días del final, habrá una gran pausa del parloteo. Eso lo ansiamos muchos ciudadanos porque nos sentimos exhaustos, agotados de seguir las noticias de todos los sinsentidos que vivimos sin pausa, pero con prisa de que acaben.

Digamos que hemos llegado a la saturación, al punto donde no podemos empacar más cosas en nuestra apretujada mente. El tema llega a tal grado que incluso quienes vivimos la noticia como un hábito instantáneo de curiosidad, comenzamos a vomitar todo lo que nos hemos acostumbrado a recibir. Ante la repetición de absurdas ideas cotidianas como la reforma al Poder Judicial; ante la angustia de que el país se nos va de las manos y regresa medio siglo al autoritarismo; ante la violencia imparable en el estado; ante el torrente de comentarios negativos de la prensa nacional y extranjera sobre el rumbo del país, escogemos un lugarcito sereno donde escuchar a Mozart o leer a Roberto Bolaño en su titánica novela “2,666” con sus 1,200 páginas.

Necesitamos una pausa para sustraernos del mundo de la información, las redes sociales, los noticieros y todo lo que nos llueve de odio, rencor y miseria humana desde el poder (ojalá pudiéramos). Necesitamos no una sino varias pausas para reflexionar qué sigue y qué podemos hacer frente a lo que vemos.

Cuando hay tanta confusión y pocos pueden darnos luz de certidumbre, queremos sacudir con fuerza las ideas, los prejuicios de antes. Sabemos que mentes preclaras como la de Diego Valadez, el gran jurista, sugieren que el siguiente peldaño de la 4T es agenciarse las reservas del Banco de México (224 mil millones de dólares) mediante un cambio en la Constitución. Algo que jamás habíamos imaginado desde que le dieron su autonomía.

Luego podemos imaginar una gran tómbola donde jueces noveles de todas partes del país, ruedan como bolas del sorteo de la Lotería Nacional.

Comenzamos a vivir en un país más surrealista del que André Bretón describiera. Tan sólo ver el desfile interno en la Suprema Corte, donde aplauden a Norma Piña y desprecian a las emisarias de la 4T, es una escena impensable hace unos años.

Lo único que podemos asegurar hoy es que las próximas 4 semanas serán cruciales para nuestro destino. Lo único que al final comprendo es que necesito una pausa. La próxima semana la tendré para tratar de obtener serena interpretación del final del sexenio. Hasta el 9 de septiembre, si la vida lo permite. 

 

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