“A esta reforma le faltó diagnóstico y le sobró revancha”. 

Luis Donaldo Colosio Riojas

Los senadores de Morena se venden a López Obrador por algo menor que un plato de lentejas. La traición a la República es clara: comerse el Poder Judicial es corromper el futuro del país, destruir el destino de generaciones por cumplir con una venganza. Incluso los menos fanáticos de los diputados y senadores del oficialismo lo saben. Están aterrados de disentir, de ser ellos mismos, de ser auténticos. 

Hay pueblos que pagan muy caro su entrega a los brazos de la demagogia populista. En Latinoamérica el más patético es Cuba, donde desde hace 65 años está prohibido disentir, pensar o siquiera huir en libertad. La isla es un país de zombies, de pordioseros que pasan por su alimentación con una libreta de racionamiento. Un pollo al mes, arroz y frijoles; pan incomible. Salarios de 500 pesos mexicanos al mes y vidas perdidas que deambulan buena parte del día esperando la “guagua”. 

Tres generaciones perdidas sin esperanza ni futuro, encerrados en su geografía y, peor aún, atrapados en su mente que no puede ver más allá de sus fronteras o su provincia. Basta platicar con un habanero para saber que su mayor marco de referencia es el de los emigrados a Florida. Los viejos revolucionarios ya no viven salvo Raúl Castro, el último eslabón de la cadena que los subyuga. Los jóvenes huyen cuando pueden y cómo pueden. Muchos pasan por México para lograr poner píes en Estados Unidos, para ser tratados como asilados políticos por tiempo definido. 

Venezuela siguió a Hugo Chávez porque le creyeron su rollo populista, antiyanqui y anticapitalista. El dictador dilapidó el petróleo y destruyó la principal palanca para salir del subdesarrollo. Expropió y liquidó a la prensa independiente; encarceló a sus oponentes. Nicolás Maduro siguió los pasos de Chávez. Su país, de ser el más próspero de Latinoamérica a finales del siglo pasado, hoy compite con Bolivia y Nicaragua por el último lugar. Lo único que queda en pie es el Ejército Bolivariano, los militares cooptados por la corrupción, las prebendas y el poder. Venezuela perdió una generación y la oportunidad de usar su riqueza petrolera para crecer y desarrollarse. De no haber cambios, si Maduro logra permanecer, en pocos años lo que hoy vale millones de millones de dólares en su subsuelo, será una fracción porque cada día que pasa el petróleo se abarata. 

Para toda revolución populista se necesita la fuerza del engaño. Fidel Castro prometía un país mejor que Estados Unidos; se vendió a la Unión Soviética por poco, luego convirtió su paraíso en un lugar de turismo y, lo peor, de turismo sexual para españoles y latinoamericanos. Siguen con la mentira de que es el “bloqueo” económico lo que tiene postrado al pueblo, cuando la verdad es que no producen nada, ni siquiera suficiente azúcar para consumo interno. La miseria intelectual, moral y el resentimiento de los herederos de Fidel impide un cambio que los pueda sacar de la pobreza en que viven. El carcelero y el encarcelado se convierten en víctimas codependientes porque no pueden conocer el mundo; están atrapados en la falsedad de los paraísos comunistas.
¿México será suficiente país para resistir la pérdida de libertades, para impedir una nueva dictadura de partido? 

Estamos a punto de saberlo. 

 

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