En el ámbito de la salud, respetar las leyes y la normativa derivada de ellas es fundamental para garantizar la seguridad y el bienestar de los pacientes, así como para mantener la integridad del sistema sanitario. La figura de los directivos en salud dentro de una organización que presta estos servicios es crucial para promover las buenas prácticas y el cumplimiento estricto de las regulaciones establecidas por las autoridades sanitarias. Estos tienen una responsabilidad ética y legal que va más allá de la simple gestión administrativa: su labor impacta directamente en la vida y salud de las personas.
Cuando un directivo en salud no sigue normas o regulaciones y peor aún, busca “sortearlas” u ocultar información sobre situaciones anómalas que se están presentando, incurre en una falta grave con consecuencias significativas. Este comportamiento no solo compromete la calidad de la atención médica, sino que pone en riesgo la seguridad de los pacientes, socava la confianza pública en las instituciones de salud y puede derivar en sanciones legales.
El incumplimiento de normas y regulaciones puede provocar la aparición de errores médicos, infecciones asociadas a la atención de la salud e incluso la muerte de pacientes, debido a la falta de adherencia a los protocolos de seguridad. Normas como la correcta esterilización de equipos, el manejo adecuado de medicamentos y la observación estricta de criterios de calidad en auxiliares de diagnóstico y tratamiento están diseñadas precisamente para evitar esos riesgos. Al eludir estas normativas, el directivo pone en entredicho la integridad del servicio que su organización brinda, con repercusiones catastróficas.
Por otro lado, ocultar información o manipular hechos dentro de una institución de salud destruye la confianza entre empleados, pacientes y la sociedad. Las instituciones sanitarias operan bajo un principio de transparencia y la confianza de todos los involucrados en saber que operan en un marco de seguridad y ética es fundamental. Por lo tanto, si un directivo no sigue este principio, no solo desestabiliza su organización o empresa, sino que pone en entredicho la credibilidad de todo el sistema sanitario, mermando considerablemente la confianza en dicha institución médica.
Las mentiras se sostienen con alfileres y cuando se descubre que un directivo ha estado sorteando normativas o encubriendo irregularidades, la organización queda expuesta a sanciones legales y administrativas que van desde multas, suspensiones e incluso clausuras, pasando por litigios costosos y prolongados e incluso cargos penales si la gravedad de la situación lo amerita.
Desde una perspectiva ética, este comportamiento es inaceptable. Los directivos no solo deben cumplir con las regulaciones, sino que también deben actuar como líderes que fomenten una cultura de cumplimiento, transparencia y calidad, apelando a los principios que guían la práctica médica y la gestión de instituciones de salud, como son la beneficencia, la no maleficencia y la justicia. Un directivo que elude estas normas traiciona estos principios fundamentales, lo que socava su legitimidad y la de la empresa que representa.
En resumen, un directivo mentiroso y corrupto, que no sigue las normativas en salud y que intenta sortearlas o encubrir situaciones irregulares, no solo comete una falta legal, sino también ética, convirtiéndose en un verdadero lastre para las instituciones y los sistemas de salud. Es imperativo combatir estas prácticas. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA