Hay una empresa en León que vende 3 mil 200 millones de pesos. Tiene una utilidad de unos 700 millones por año y conserva en bancos el equivalente a todo su ingreso anual. Es una gran empresa. Por si fuera poco, es la organización que más clientes registrados tiene en la ciudad, se aproxima a 500 mil entre familias, empresas e industrias.
Pocos son los leoneses que no tienen que ver con ella. Es tan poderosa como las empresas de refrescos o las minoristas, Walmart o Soriana. Es preciso decir que es un monopolio, (aunque tiene competidores micro). Su administración depende de un consejo y la preside un profesionista ilustre. Los socios somos todos los habitantes de León.
Su nombre es SAPAL (Sistema de Agua Potable y Alcantarillado). La empresa cuya misión es proveer de agua a todos los habitantes de la ciudad, es un ejemplo de lo que pueden lograr los gobiernos cuando delegan en manos expertas la administración de sus proyectos, de sus bienes. Sin embargo, su dimensión puede crecer como lo vieron en Singapur los funcionarios que hoy nos gobiernan. Empresas públicas que crecen e invierten más allá de sus fronteras para beneficio de su población (Temasek, Keppel, Singapore Airlines, entre otras muchas).
No vayamos tan lejos, en Guanajuato hay un buen ejemplo de lo que puede lograr una empresa asociada al gobierno y a sus trabajadores: las farmacias del ISSEG. En los últimos años han sido tan bien administradas que dejan cientos de millones de utilidades y ahora expanden su huella a otros estados del país. Con las reservas que tiene el ISSEG, podrían crecer en otros rubros como tiendas de conveniencia por todo el país. Oxxo tiene más de 20 mil tiendas. Tomaría tiempo lograrlo pero el mercado está ahí.
Hay mucho escepticismo en la población sobre las empresas paraestatales. El mal ejemplo de Pemex y la CFE nos ponen los pelos de punta cuando escuchamos que los gobiernos pueden y deben invertir. La idea de que los fondos públicos sirvan para crear y desarrollar empresas no es mala. En China no se puede explicar el desarrollo social y el crecimiento impresionante sin la participación del gobierno.
La telefónica Xiaomi imaginó que podría crear un auto eléctrico al nivel de Porsche pero a mitad de precio. Construyó una planta totalmente robotizada donde la precisión de manufactura se acerca a lo perfecto. Invirtió en uno de los mejores talleres de diseño de Alemania y hoy podría barrer los mercados de EEUU y Europa si no estuvieran cerrados con aranceles de hasta el 100%. Lo sorprendente es que la fábrica la puso y la financió el gobierno chino.
El espíritu de emprendimiento debe llegar a todas las instituciones, como forma de cultura colectiva. El gobierno chino pudo decirle al líder de Xiaomi, ¿cómo quieres fabricar autos si lo tuyo son los teléfonos celulares? Seguro que vieron el modelo y se enamoraron del proyecto.
Es absurdo que los leoneses andemos suplicando préstamos de 700 millones a los bancos a través de nuestro Ayuntamiento, cuando tenemos 3,200 millones guardaditos en la SAPAL. Dinero que ni picha, ni cacha, ni deja batear. La alcaldesa de Irapuato Lorena Alfaro le dijo a Japami, su operador de agua, que trasladara sus reservas al municipio. Sin chistar lo hicieron, y por lo que vemos en sus balances, ahora cuentan con más recursos que antes. ¿Qué podría hacer SAPAL con tanto mercado? Mil cosas. (Continuará)