Mientras en el circo mañanero de López Obrador seguían los ataques a España, los ibéricos trabajaban arduamente en sus empresas localizadas aquí. Poco les importó el desconocimiento, la imaginaria “pausa” en las relaciones que quiso imponer el entonces presidente.
El mejor ejemplo es el banco más grande y próspero del país: BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria). Durante los primeros seis meses del 2024 el banco español producía utilidades al ritmo de 10 mil millones por mes (antes de impuestos), unos 333 millones diarios. A ese banco multinacional el resultado de México le representa la mitad de sus utilidades mundiales.
Esto obedece a la buena gestión de la empresa, en parte, y a las elevadas tasas de interés que cobran los bancos en México. Durante el sexenio pasado sus utilidades crecieron como nunca a pesar de la pandemia. La banca mexicana siguió su ruta de prosperidad.
Un ejemplo de esas tasas enormes son las tarjetas de crédito, que van desde un 30% a más de un 92% anual (si contamos el cobro del IVA en los intereses el costo puede ser mayor). Tengo estados de cuenta “al corriente” cuyos pagos son del 10% del capital. Algo inusitado para una TIE (Tasa de Interés Efectivo) que ronda el 1% mensual. No es BBVA el único banco que cobra caro. Banamex, que pertenece a Citibank, cobra 85% más IVA en su tarjeta asociada a Costco.
Pero en España las cosas son distintas. A pesar de que la inflación de México es apenas 2% mayor que la de España, las tarjetas de crédito del mismo BBVA inicialmente cobran un 18% anual, entre la cuarta y la quinta parte de lo que cobran en México.
Parte del problema del crédito caro para los consumidores está en el modelo de cobranza judicial. La banca sufre para recuperar cuentas por lo tortuoso de los trámites de demanda. El sistema es lento y caro. A pesar del Buró de Crédito, las tasas de interés no se reducen. Para la banca es fácil: pagan los buenos por los incumplidos. Con un CAT del 80% o 90% de tasa, pueden decir: si pierdo el 30% de la cartera, aún me queda un 50% o 60% de margen bruto.
En León no es difícil investigar cuántas personas están atoradas en sus pagos, cuántas en cartera vencida de los bancos. Para una institución como SAPAL (Sistema de Agua Potable y Alcantarillado), sería fácil hacer una encuesta entre sus usuarios y ofrecer soluciones financieras. “Y dale con eso, si no es el fin de la institución”, pueden decir en el Ayuntamiento. Cierto, no es el fin, pero nada impide ampliar su objeto social.
Antes de que las tasas de interés se dispararan por la pandemia, sugerí al presidente de SAPAL (2015) la idea de aliviar el pago de decenas de miles de tarjetahabientes por medio de créditos más bajos. El organismo podía hacer una prueba piloto con poco dinero, sin siquiera tocar sus enormes reservas y ampliar su servicio social. Luego crecer, como lo hacen las farmacias del ISSEG.
El problema es que al PAN no le interesa porque olvidó sus principios de subsidiariedad y ahora está enfrascado en una competencia de a ver quién da más apoyos sociales directos para no perder. Contra los apoyos federales es como disparar una pistola contra un cañón. Ese es un tema para revisarlo de nuevo con otra perspectiva.