Muchas de las inversiones industriales que deberían llegar a México gracias a los conflictos entre China y EEUU están atoradas. Una de las limitantes es la electricidad. La presidenta Claudia Sheinbaum prometió construir 100 parques industriales durante su sexenio, edificar  un millón de viviendas con el Infonavit y crecer las energías renovables.

El problema es la electricidad. Muchos inversionistas que llegan a parques industriales del país encuentran que la CFE no puede garantizar el servicio. El año pasado la demanda de electricidad aumentó al 3.5%, mientras el gobierno estimaba solo un crecimiento del 2.5%. 

En dos sexenios, para 2037, calculan que necesitaremos un 44% más de electricidad si queremos que el país crezca a tasa superior del 2% anual (muy por debajo de nuestro potencial).

Sin embargo el mundo cambia más rápido de lo que nuestros ojos y entendimiento pueden captar. Quienes demandarán cientos de gigawatts para sus empresas de IA como Microsoft, invierten en plantas nucleares. Energía limpia las 24 horas. Los centros de datos con cientos de miles de GPU (Graphics Processing Units) consumirán más energía que ciudades enteras. Con el furor que hay por el invento del mundo, es probable que en 20 años se requiera el doble de la energía que tenemos hoy.

En Estados Unidos calculan que para el 2030 la nueva demanda de energía de los centros de datos y los vehículos eléctricos será de unos 330 terawatts. Justo el equivalente de lo que consume todo México. Los inversionistas vuelcan sus ahorros a las empresas que abastecerán esa demanda. La Inteligencia Artificial jala esa carreta con dimensiones que aún no vemos.

El problema para México no sólo es crecer a 450 terawatts de suministro anual en dos sexenios, sino tener la capacidad de transportarlos por la red eléctrica. La CFE ha logrado grandes cosas a pesar de su burocracia y de la administración. Hoy alimenta al 99.3 % de la población. Aunque el año pasado tuvo buenas utilidades (116 mil millones), las dedicó a pagar los intereses de una deuda gigante de más de 1.5 billones de pesos. No es una empresa quebrada pero sí muy apalancada. Tal vez por eso Manuel Bartlett quiso regresar al monopolio, en un afán de control centralista típico de la época del PRI-gobierno.

Para cumplir con la visión de la presidenta Sheinbaum, no bastará con la inversión federal. Se necesita, al igual que en Pemex, la participación de grandes inversionistas nacionales y extranjeros. Pero hay piedras en el camino. Una es la reforma judicial, que dejará en el limbo la seguridad de los contratos de los empresarios, la otra es la ratificación del T-MEC. 

Llegue quien llegue a la presidencia de EEUU, hay problemas. Trump está loco si pone aranceles como promete: dañaría a todos. Kamala Harris votó en contra del T-MEC y seguro pondrá reglas inflexibles que chocarán con las aspiraciones popular-nacionalistas de la 4T.

México no podrá enfrentarse a su principal cliente y proveedor de energía. Sin el gas de Texas, el país se apagaría, no como sucedió el fin de semana en Cuba pero sí lo suficiente para desplomar todas las inversiones futuras. Si México acomoda su estrategia a dar seguridad y alentar la inversión, el país podrá crecer y prosperar, si la desprecia, como lo hicieron con la reunión anual de la Concamin en Nuevo León, sufriremos las consecuencias. 

 

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