Es difícil encontrar algo positivo en la contundente victoria de Donald Trump el martes. Todo apunta a que habrá triunfado en los 7 estados “columpio” y ganado el voto popular. Es el primer republicano en lograrlo desde Bush Jr. en 2004, y antes Bush Sr. en 1988. Los republicanos recuperan el control del Senado y mantienen –contra todo pronóstico– mayoría en la Cámara baja. Confirmarán sin problema las nominaciones en su equipo, y quizá un nombramiento más a la Suprema Corte, dándole a ésta un perfil conservador por una generación. Las encuestas erraron por completo. La estrategia republicana de atizar ira y miedo triunfó.
Ganó el candidato más viejo en la historia y el primero en ser delincuente convicto. Sigue con tres casos civiles en curso, un caso criminal en Georgia y está pendiente la sentencia en Nueva York por falsificar documentos. Ahí una corte de apelaciones decidirá si pagará más de 500 millones de dólares por fraude civil. Trump amenazó, en caso de ganar, con despedir a Jack Smith, el “fiscal especial” que investigaba su interferencia en el proceso electoral de 2020. Nunca alguien con menos integridad habrá ocupado una posición con tanto poder, ni con un mandato tan claro.
Un candidato abiertamente racista cerró 13 puntos (respecto a 2020) la brecha de hispanos a favor de candidatos demócratas, el mejor resultado republicano en casi 50 años. También, a pesar de su evidente misoginia, el triunfo de Harris entre mujeres fue menor al esperado y perdió por 13 puntos entre mujeres blancas en áreas suburbanas. En estados conservadores como Misuri, Montana, Nebraska y Florida se votó por blindar el derecho al aborto a nivel estatal (la mayoría votó a favor en todos ellos), eso permitió que muchas electoras votaran por Trump, pero protegieran ese derecho.
A toro pasado, los errores demócratas son evidentes. Fue un grave error no hacer una primaria presidencial que les prestara el reflector a sus fortísimos gobernadores, algunos en estados clave. Sin duda, Shapiro (PA), Cooper (NC), Newsom (CA), Whitmer (MI), Pritzker (IL) y otros, le hubieran dado a su partido mucho mejor competitividad que una candidata lanzada al ruedo con sólo 107 días de campaña. Si ese partido no se distancia del ultraliberalismo “woke” y de los excesos más extremos en la agenda LGBT, que asustan al electorado, no recuperarán el terreno perdido. También pagan por su paupérrimo control de la frontera, en parte por oír a la izquierda en ese partido, que propuso eliminar ICE (la agencia que controla la migración) por sus excesos contra migrantes, y que antes insistía en quitarles presupuesto a policías locales.
Claramente, el dinero no garantiza resultados. Harris levantó más de mil millones de dólares en tres meses. Es tristemente claro también que el género sigue siendo un pesadísimo lastre. Quizá por eso hombres latinos y negros mostraron menos entusiasmo por la demócrata. Se confirma la era de la postverdad. Es increíble que la situación económica motivara apoyo por Trump, cuando EU logró la mejor recuperación post Covid de cualquier país industrializado, muestra el menor desempleo en 60 años, el ingreso per cápita alcanza 85 mil dólares (75% más que el alemán o canadiense), y la Bolsa ha subido 21% este año, alcanzando su máximo histórico. Y si bien la inflación lastimó el poder adquisitivo, ésta finalmente regresó a niveles razonables.
México, junto con Ucrania, fue el mayor perdedor el martes. Preparémonos. Trump sí les impondrá aranceles a nuestras exportaciones y entorpecerá la inversión en México, independientemente del T-MEC que nunca ha estado más en riesgo. Hará deportaciones masivas que nos generarán una crisis humanitaria, y reducirán las remesas que recibimos. Tomará medidas agresivas contra cárteles mexicanos y no descarto que lance drones contra ellos en Sinaloa u otros estados, lo cual provocaría la peor crisis diplomática entre nuestros países en la historia reciente.
Trump tiene el mandato, el apoyo de ambas Cámaras y de la Suprema Corte, y estará rodeado de leales incondicionales. Lo único que lo limitará será su conciencia. ¿Necesito decir más? Me encantaría equivocarme.