Con los cambios en la política económica en México es muy probable que tengamos un crecimiento lento e insuficiente. Según datos de la calificadora Moody´s este año, con todo y la inversión electoral, apenas creceremos un 1.5 % y en 2025, si las cosas no las descompone Donald Trump, el indicador apenas superará el 1 %.

Con la presentación del presupuesto para el 2025 el gobierno “hará una pausa” en el vertiginoso crecimiento del gasto público de los últimos años. El déficit público, que llegará a más del 6 % en 2024, tendrá que ser reducido. La Secretaría de Hacienda tiene que presentar un panorama optimista porque es deber no espantar a los ciudadanos, por eso hace estimaciones rosas sobre sus ingresos y el gasto. 

Lo que no puede decir es que los proyectos del expresidente López Obrador serán viento en contra. Pemex, la CFE, Dos Bocas, el Tren Maya y el enorme aumento al gasto social frenan la economía. Limitan la inversión en infraestructura, salud, educación y seguridad pública. 

Pero hay algo más que detiene todo: no reconocer que la iniciativa privada es el motor del crecimiento. Sin buenos incentivos y facilidades para la inversión empresarial, no se generan empleos ni crece la recaudación. Cierto que falta una reforma fiscal para mejorar las contribuciones y disminuir la informalidad. Los impuestos también son palanca de inversión y desarrollo (cuando no se dilapidan).

Un ejemplo de lo que puede un ciudadano contribuir a la economía de su país es el del ingeniero George P. Mitchel, un geólogo norteamericano (1919-2013) que se empeñó en hacer posible la extracción de crudo y gas de esquisto en su natal estado de Texas. Después de años de investigación y desarrollo, logró en forma rentable extraerlos mediante la fractura hidráulica. Su invención logró que Estados Unidos desarrollara una industria que hoy aporta el 60 % de los 13.3 millones de barriles diarios de petróleo y el 75 % del gas natural. 

Para Estados Unidos significó, además de billones de dólares y cientos de miles de empleos, su independencia energética frente a sus antiguos proveedores de Medio Oriente. Con el gas más barato del mundo, la energía en Norteamérica es la más barata de los países industrializados. Buena parte del ahorro de la CFE en el último año, proviene de un histórico precio bajo de 1.9 dlls por millón de BTUs, al día de ayer. Al salir de la pandemia el precio llegó a superar los 7 dólares con el ataque ruso a Ucrania. 
Mitchell, además, fue el visionario del desarrollo inmobiliario “The Woodlands” en Houston, lugar favorito de expatriados y políticos mexicanos adinerados. 

Gracias a la controvertida técnica de la fracturación hidráulica, Estados Unidos añadió 70 años a sus reservas energéticas. Algo que no se acabará gracias a la revolución de las energías renovables. 

¿Qué pasaría si el gobierno de México abriera su mentalidad y permitiera que los particulares exploten esa riqueza que hay al norte del país? A largo plazo dejaríamos de comprar gas -de esquisto- a las petroleras norteamericanas; tendríamos con qué pagar la deuda de Pemex y los recursos para transformarla en una corporación multinacional rentable. Es más, con la inversión privada nacional y extranjera podríamos regresar a la independencia energética como lo logró Estados Unidos y como lo logrará China con sus inversiones en energías renovables. 

Todos los países necesitan ingenieros y empresarios como George P. Mitchell. 

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