Cuando los gobiernos deciden invertir su dinero en infraestructura, salud, vivienda, educación y cultura, favorecen el crecimiento económico y el desarrollo de sus ciudadanos. Los ejemplos son múltiples en sociedades de todos los continentes. El último gran ejemplo es China, el país que ha crecido más en el Siglo XXI.
Cuando inició el boom chino, la tasa de ahorro de sus ciudadanos llegaba al 46% de sus ingresos. Tenían tanto dinero que lo dedicaron a la industrialización y a la construcción de viviendas. Cualquier ciudad moderna en China tiene cientos de edificios de departamentos, fábricas y oficinas. Se les pasó la mano. Hoy tienen problemas pero siguen creciendo al 5% anual.
En todos los tigres asiáticos -Taiwán 36%, Corea del Sur 34%, Hong Kong 24%, Singapur 48%- la tasa de ahorro permitió convertir a países del tercer mundo en modernas naciones desarrolladas. La formación de capital físico y humano fue el cimiento de su prosperidad.
En México la tasa de ahorro del público reportada es del 28% pero la sorpresa es que el gobierno tiene una tasa negativa del 12%. Con el déficit fiscal más grande desde los ochenta (6%), la 4T gastó buena parte del ahorro nacional. El problema del 2024 es que fue, en su mayor parte, gasto y no inversión. Peor aún, las inversiones importantes son y serán deficitarias durante muchos años o eternas. Dos Bocas nunca pagará su inversión; el Tren Maya jamás será sustentable y su impacto sobre la península de Yucatán no tendrá el multiplicador económico esperado. En español sencillo: son barriles sin fondo.
Si a eso añadimos el gasto social, que es bueno sólo temporalmente, vemos que el país va en camino de la descapitalización. Si no en forma trágica como Cuba, Venezuela o Argentina, sí en forma que limitará el crecimiento futuro, como si estuviéramos en neutral.
“El loco”, como llaman a Javier Milei, cambió 180 grados el rumbo de Argentina. Con una política ultraliberal, comenzó a cortar el gasto público hasta llegar durante los primeros 9 meses de 2024 a un superávit fiscal primario (sin intereses). En forma increíble, estabilizó el valor del dólar libre y la inflación se redujo de 4 dígitos a 2 en menos de un año. La deuda soberana comenzó a recuperar valor y la inversión extranjera regresa. No ha sido fácil; la han pasado muy mal, aunque comienzan a surgir prados verdes en la economía con la libertad recuperada y la contención del gasto público.
Milei, siempre optimista, dice que en 2025 su país crecerá a tasa del 7%, lo que no había logrado durante los últimos años del gobierno peronista-populista que le antecedió (México no pasará del 2%). También apuesta a que Argentina duplique su ingreso por habitante en 10 años. En México el ingreso por habitante retrocedió en el sexenio de López Obrador y tal vez no crezca en el actual.
Trimestre tras trimestre veremos una comparación económica entre dos ideologías encontradas. Si hubiera una sala de apuestas, no sería difícil saber cuál ganará, la de los dogmas populistas de donde sale Argentina y donde entra México, o la de los libertarios radicales como la de “El loco” Milei.