Quizás Planet Youth haya sido una de las falacias más perversas de la administración del exgobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo. Presentado con bombo y platillos en congresos internacionales y aliñado por él mismo con declaraciones como: Este es el proyecto más importante no solo de mi sexenio, tal vez de mi vida, porque quiero heredar a los guanajuatenses, sobre todo a los niños de estas generaciones, un estado en paz, un país sin violencia, un país que esté libre de las adicciones.
Al término de su gobierno, el hombre del golpe de timón ni siquiera vive en Guanajuato, su programa estrella, tras acusaciones por opacidad y corrupción, acaba de ser rebautizado como Vive sin adicciones, y la organización que lo avalaba condecorada antes de ser enviada de vuelta a Islandia, pues no se renovará su contrato.
Más allá de que se haya empleado como una tapadera para drenar recursos del erario o que se endilguen culpas por lo diferente que resulta comparar Islandia con el estado de las siete luminarias, la pregunta básica sería: ¿Por qué falló Planet Youth si lleva años funcionando con éxito en otros países ajenos a las condiciones de la isla nórdica? ¿Tuvo alguna vez buenas posibilidades o estaba viciado desde sus inicios?
Planet Youth exigía la colaboración entre gobierno y comunidad. Sus pilares incluían la creación de espacios seguros, desarrollo de infraestructura y procesamiento de datos. El programa requería compromisos claros entre las autoridades y diversos estamentos comunitarios, líderes estudiantiles, profesores y padres de familia. Los resultados en Islandia a lo largo de veinte años fueron (y siguen siendo) muy significativos, pues se alcanzó esa interacción y compromiso entre los diversos estamentos. La inserción en Guanajuato, además de crear grandes expectativas, se confinó como un programa exclusivo de la Secretaría de Salud. Esta entidad no sólo eludió la integralidad requerida, sino hizo aún mucho menos por el tratamiento de quienes ya sufren una adicción, que en Guanajuato rebasan en número a la población total de Islandia. En varios artículos, he comentado, por ejemplo, la permisividad a los anexos clandestinos, cuyas consecuencias se cuentan por masacres. Además, las prisas en lograr resultados buscaron diseminar Planet Youth por todo el estado sin haber creado por lo menos espacios exitosos, adaptados a las particularidades locales que pudieran luego replicarse de forma integral y controlada.
Como no tenemos acceso a datos precisos, es razonable también conjeturar que el flujo de información que requiere el modelo, con diversas encuestas y reportes que “enfatizan lenguaje amistoso-al-usuario, libre de tecnicismos, y gráficos y tablas fáciles de interpretar”, debió ser un quebradero de cabeza para los implicados, si es que alguna vez llegaron a esa fase. Y sin embargo, según palabras de la nueva gobernadora, Libia Dennise García Muñoz Ledo, la información que proveyeron 214.000 estudiantes guanajuatenses en 1.700 escuelas podría servir para realizar un mapa de factores de riesgo y la creación de actividades en espacios seguros que no pueden dejarse en manos de la Secretaría de Salud, pues exigen ante todo un estado en disposición de brindar seguridad, cultura e infraestructura urbana mínima para el esparcimiento sano de sus ciudadanos. Buena parte del riesgo proviene de la carencia de lugares de encuentro y actividades de deporte o cultura en los tiempos libres que la población vulnerable no pasa en familia. Amén de la facilidad con que puede accederse a sustancias adictivas de carácter legal o ilegal.
Mientras el gobierno delega soluciones complejas a programas improvisados y abandona el compromiso con quienes más lo necesitan, los jóvenes de Guanajuato quedan a la deriva en un entorno donde la ausencia de espacios seguros, oportunidades culturales y deporte es el caldo de cultivo perfecto para la desesperanza y las adicciones. La verdadera falacia no es solo Planet Youth, sino un Estado que olvida a quienes deberían ser el corazón de su futuro.
Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com