La súbita riqueza generada por los norteamericanos y sus inversionistas en las bolsas de valores se debe a la promesa de Donald Trump de reducir impuestos. Para ellos, la reducción será del 21 % a sólo un 15 % sobre las ganancias. Una de las tasas más competitivas del mundo. Esas rebajas serán para las empresas que produzcan en Estados Unidos.
Por eso ganó las elecciones, porque prometió una y otra vez la reducción de impuestos. Nadie sabe cómo va a tapar el agujero en el presupuesto, ni cómo va a pagar la enorme deuda que acumula el Tesoro de EE.UU de 36 billones de dólares.
Para las empresas del llamado “nearshoring” será un dilema instalarse en México por las diferencias de productividad e infraestructura entre los dos países. Aquí el impuesto sobre la renta comienza con el 30 % pero se le añade la participación de las utilidades de un 10 % y luego otro 10 % cuando se decretan dividendos. Nuestra tasa al 47 % es de países desarrollados como Dinamarca.
Para las empresas de capital intensivo como una acería, la mejor opción es producir en un lugar donde la electricidad sea barata, las tasas de interés sean bajas y, por supuesto, los impuestos del 15 % permitan reinvertir la mayor parte. Sencillo, en Texas, nuestro mayor socio comercial de los Estados Unidos, la apertura de una empresa no tiene mayor trámite. En Texas se lleva dos semanas, pero si se paga una forma expedita, el trámite demora 5 días. En México abrir una empresa es una odisea que lleva de 2 a 3 meses y hay que hacerlo presencial, en Texas se constituye por internet.
El costo de la mano de obra es mucho más bajo en México así que las empresas con miles de empleados son más productivas aquí, ejemplo de ello son las armadoras de autos. Para las compañías nacionales, que no cuentan con financiamiento en dólares, el costo del dinero es otra barrera para su competitividad.
Si Donald Trump enloquece y pone tarifas elevadas a las importaciones desde México y otras partes del mundo, su país comenzará un prolongado declive en competitividad. Las barreras comerciales hacen que las empresas dejen de innovar. A China, por ejemplo, le puede ir mal al principio pero su productividad es tal que se quedaría con los mercados internacionales. ¿Quién compraría un Ford o un Chevrolet fuera de EE.UU si su precio de venta es del doble de un BYD o un MG?
A nosotros, si nos va bien, continuaremos en el T-MEC y seguiremos exportando, si nos va mal…que el cielo no lo permita. En 45 días sabremos de qué tamaño fueron las amenazas y qué tanto pudimos enfriarlas con una buena política exterior.
El gobierno no desdeña el peligro y se pone manos a la obra para detener el fentanilo. La incautación de una tonelada de droga es una ofrenda inicial a Trump. Algo que nunca hizo López Obrador por no entrar en bronca con los cárteles.
La otra forma de competir es reducir el valor del peso. Los chinos saben bien el método y su Yuan lo tienen muy barato y, si necesitan devaluar más, lo harán.
Hace muchos años que no escuchamos desde nuestro gobierno la urgencia de aumentar la competitividad de México y nuestra productividad, que van de la mano. Sin eso ningún programa social se sostendrá.