Cuando alguien está a punto de comprar un auto o un vehículo comercial en México, hay una variedad de opciones casi inimaginables. Los autos chinos llegaron con marcas que apenas reconocemos. Sus precios, calidad y planes de financiamiento compiten con las marcas occidentales, japonesas y coreanas.
Para México la industria automotriz tiene una importancia enorme, como en alguna época la tuvo la explotación petrolera. Tan sólo viendo el mapa nacional encontramos plantas desde Tijuana hasta Puebla.
Una de las más antiguas es la VW de Puebla, que da empleo a unos 16 mil trabajadores. Su matriz se encuentra en aprietos y después de 70 años va a cerrar fábricas en Alemania. Aquí produce el Jetta, la Tiguan y el Taos. Exporta parte de su producción y es motor de la economía poblana. Junto con la planta de Audi Q5 en San José Chiapa, del mismo estado, produce calidad mundial.
Nissan de Aguascalientes aporta 15 mil puestos. Con dos plantas que producen los modelos, Versa, March, Kicks y Sentra, son el pilar de la economía hidrocálida. Durante décadas la Nissan ha sido el puntal económico de ese pequeño estado.
Las marcas más antiguas de México como la General Motors, fabrica en varias partes: Silao, San Luis Potosí y Ramos Arizpe en Coahuila. Es la empresa que más empleos directos tiene, unos 23 mil.
En Guanajuato tenemos variedad de plantas. Mazda en Salamanca con 5 mil empleados, la Honda en Celaya con 4 mil 800, Toyota en Apaseo el Grande con 1000 y VW con fábrica de motores en el Puerto Interior. Toyota también produce en Tijuana vehículos de carga ligera.
Ford, con más de un siglo en el país, produce en Hermosillo y Cuautitlán donde fabrica el Mustang eléctrico. BMW y Kia son recientes inversiones en San Luis Potosí y Pesquería, Nuevo León. Las dos plantas están consideradas entre las más eficientes del mundo.
Todo México vive un boom de fabricación automotriz. Si bien los empleos directos de las armadoras llegan a unos 100 mil, el efecto multiplicador con sus proveedores locales casi alcanza los 900 mil empleos. El 5 % de la fuerza laboral nacional.
Las plantas y su gente tienen frente a sí a un dragón indomable llamado China que llega con múltiples marcas y un dominio total en el sector de los vehículos eléctricos y a un impredecible presidente de EE. UU, quien puede imponer aranceles demoledores. También podría ser un salvador de la industria automotriz nacional forzando al gobierno a imponer aranceles del 100 % a los autos chinos, antes de que se devoren el mercado local y dejen sin trabajo a miles de obreros mexicanos.
Lo que marcará el inicio del año que viene, a partir del 20 de enero, será el regreso de muchos paisanos (no tenemos idea de a cuántos puedan o quieran deportar) y un conflicto comercial con nuestro principal cliente. No vemos una estrategia clara ante la eventualidad de sumar en un corto plazo a un millón de paisanos – por ejemplo- en busca de empleo. Esa sería la tormenta perfecta para un país que fue muy mal administrado durante el pasado sexenio.
Hay dos cosas en las que podríamos confiar: en la racionalidad de los empresarios norteamericanos que influyan sobre Donald Trump y en la bendición de la Virgen de Guadalupe, que siempre celebramos con mucha devoción.
*Con información curada por Perplexity.AI