La impericia, imprudencia y negligencia son conceptos jurídicos y éticos utilizados para evaluar comportamientos que pueden conducir a resultados perjudiciales, especialmente en profesiones o disciplinas con alta responsabilidad, como la medicina o las ciencias de la salud.
La impericia es la falta de habilidad, conocimiento o competencia técnica requerida para realizar tareas que demandan especialización, vinculada a una carencia de aptitud técnica o formación. La imprudencia se manifiesta al actuar de manera precipitada o temeraria, sin tomar las precauciones necesarias para evitar daños, en otras palabras, es ignorar los riesgos y las medidas preventivas razonables. Por su parte, la negligencia se refiere a la omisión o incumplimiento de un deber, es decir, a la falta de acción o la realización incorrecta de esta. La negligencia es particularmente grave, ya que involucra a sujetos que saben cómo hacer algo, reconocen su responsabilidad, pero deliberadamente lo ejecutan mal, siendo conscientes de ello.
Esto resulta especialmente relevante en el contexto de los fallecimientos de menores sometidos a terapia de nutrición parenteral, una técnica empleada para proporcionar nutrientes elementales a pacientes que no pueden alimentarse por vía oral o enteral. Aunque es una práctica ampliamente utilizada en el ámbito hospitalario, sigue representando un riesgo significativo de infecciones y brotes debido a múltiples factores. Entre estos destacan la contaminación de soluciones y equipos por la falta de apego a controles estrictos de esterilidad, manipulación, almacenamiento y uso. Asimismo, la falta de cumplimiento de medidas de higiene por parte del personal clínico, como el lavado de manos o la correcta técnica de manipulación, pueden ser causa de contaminación del sistema. Además, la calidad de los ingredientes es crucial, ya que las mezclas mal manufacturadas, sin apego a controles estrictos de calidad y el uso de catéteres intravenosos manipulados ineficientemente, constituyen importantes fuentes de infecciones y brotes.
Como en otros eventos de fallecimientos epidemiológicamente relacionados, parece que no hemos aprendido nada. A pesar de ser conscientes de que los brotes de infecciones asociados con la nutrición parenteral (y otros padecimientos) tienen un impacto significativo en la salud pública (complicaciones en pacientes vulnerables, aumento de la mortalidad y morbilidad, costos adicionales al sistema de salud por tratamientos y estancias hospitalarias prolongadas, resistencia a antibióticos y, sobre todo, desconfianza en el sistema de salud), prevalecen el descontrol, la incapacidad, la ignorancia y la ausencia de acciones contundentes y sensatas para identificar el origen del problema y actuar en consecuencia.
Este desorden refleja otro problema fundamental: los llamados profesionales de salud pública, epidemiología o áreas relacionadas, seleccionados, organizados, dirigidos y controlados por autoridades sanitarias incompetentes, no logran establecer un cerco eficiente, limitar el problema, atender la causa, ni mitigar las complicaciones. Nadie parece capaz de obtener información clara, interpretarla y generar planes y acciones que deriven en soluciones efectivas, al contrario, el descontrol aumenta junto con la magnitud del problema.
Es evidente la presencia de impericia, imprudencia y negligencia en toda la cadena de atención a este desafío epidemiológico. Esto, sumado a la sospecha de corrupción en la calidad de insumos, procesamiento y suministro de productos de nutrición, resulta en la consecuencia más catastrófica: la muerte de niños y niñas mexicanos.
Lamentablemente, es probable que este caso quede, como siempre, en el olvido e impune. Es imperativo que la población civil exija justicia, lo que incluye el derecho a servicios de salud seguros y efectivos. Como mexicanos, no merecemos menos. Reclamemos lo justo y aportemos lo necesario. Es tiempo.
Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA