La galería a cielo abierto que se ubica en el corredor de museos, antiguo patio de maniobras del ferrocarril, muestra en fotografía un Tulancingo que se perdió y en su lugar, de esa población entre colonial y mágica, ha quedado una indefinida arquitectura, sin identidad.

Edificios como la antigua presidencia que fue derrumbada para quedar como un centro de convivencias rodeado de otros inmuebles carentes de personalidad.

Los arcos que rodeaban el jardín La Floresta que se sustituyeron por una construcción como ventanales de vidrio que hoy lucen sucios y hasta abandonados.

Casas de adobe, calles empedradas desaparecieron, quedando solo de pie edificios como el que se ubica en la esquina de Manuel Fernando Soto e Hidalgo con el enigmático reloj en un nicho alto; la capilla de la Expiración que data del siglo XVI y la Catedral Metropolitana de Tulancingo, por mencionar algunos de los pocos rescatados.

Ningún gobierno anterior, ni colegios como los de los arquitectos ha puesto orden en ese sentido e incluso el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), no ha podido frenar la desaparición de lo que fue una colorida cabecera municipal, en la que incluso había un tranvía de rieles, debido a que por falta de presupuesto para mantenimiento y las construcciones deshabitadas, las paredes colapsaron como ocurrió en la calle Morelos entre la avenida Juárez y Guerrero.

Ahora sólo queda el recuerdo y recorrer galerías con imágenes en blanco y negro a gran escala, para ver lo que el tiempo se llevó de un Tulancingo histórico.

 

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