Causó verdadera sorpresa la puesta en escena del presidente López Obrador en la mañanera. Mostró y puso la canción de Chico Che, “Uy que miedo”. Una frase que nos recuerda la niñez cuando alguien nos amenazaba y respondíamos “Uy que miedo, mira que estoy temblando”. El conjunto guapachoso retomó la frase y la convirtió en melodioso son.
El Presidente había recurrido antes a las populares canciones de Chico Che. Otra fue la de “Quién pompó”. Cuando alguien duda del origen de un bien ajeno caro o lujoso, la pregunta socarrona era esa. En el caso de los políticos y su enriquecimiento inexplicable, la canción es perfecta. A Peña Nieto le pudieron cantar el son tropical por su Casa Blanca. A Manuel Bartlett se la repetimos con su imperio inmobiliario y a “Alito” Moreno con su mansión en Campeche.
La picardía de Chico Che no termina ahí. Después del temblor inventó otra canción donde pregunta: “¿En dónde te agarró el temblor?”. Las respuestas eran, “en medio de la cocina”, que rimaba con, “en casa de la vecina” o “con Catalina”. Son canciones muy pegajosas que hicieron las delicias de los bailongos populares y las bodas trasnochadas.
Los comentarios en redes sociales son una cascada de críticas por la falta de sobriedad en Palacio ante una amenaza real de un quebranto en los contratos del T-MEC. Quienes deben estar temblando son la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier y el canciller Marcelo Ebrard porque no saben dónde los va a “agarrar el temblor”.
Hay una dependencia comercial tan grande de México y Estados Unidos que los norteamericanos no se van a dar un balazo en el pie aumentando aranceles o cerrando fronteras. En un momento donde la inflación es una angustia mundial, nuestros vecinos están pensando en cómo reducir aranceles, no en subirlos.
En lo que son expertos es en crear temblores políticos con toda la información que tienen. Y en un día que tengan las antenas cruzadas pueden generar terremotos. La información que atesora la CIA y el Departamento de Estado sobre cada uno de los actores políticos del país no tiene límites. Aún así, los vecinos son circunspectos respecto a sus relaciones. No les gusta gastar “pólvora en infiernitos”. Irán por la vía legal para demandar el respeto al T-MEC, defenderán a sus empresas y lo más probable es que ganen porque en un tratado trilateral nadie puede tomar decisiones unilaterales.
Canadá se unió al reclamo de obstrucción de la competencia en el ramo energético y los españoles algo harán con el tratado de libre comercio que tenemos con la Unión Europea. México trata con rudeza innecesaria y sin sentido a los inversionistas como Iberdrola. Hay una fobia expuesta, una y otra vez desde Palacio.
Dicen expertos en comunicación que AMLO sabe cómo y hasta dónde hacer ruido sin que le afecte. “Un genio de la comunicación”, lo llaman. Puede ser. El problema es que enfrentarnos a nuestro mejor cliente con chistes tropicales puede desencadenar complicaciones que todos pagaremos. El humor en norteamérica no está en el mejor momento tampoco: guerra soterrada con Rusia a través de Ucrania; inflación insoportable y un horizonte lleno de nubes negras pueden provocar la ira de Joe Biden. El hombre es tranquilo y tiene toda la experiencia del mundo para no dejar que le calienten la cabeza con canciones tropicales. Eso esperamos.