Aun con lenguaje empobrecido, los robots que hablan español superan en número a las personas. ¿Cuál será el destino del idioma?

Hoy en día hay más máquinas que personas que hablan español. Oí la noticia en boca de Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia de la Lengua Española. El tema ya había sido abordado en el Congreso de la Lengua de 2019, pero aún no inquieta las conciencias.

Vamos a las cifras: 580 millones de hispanohablantes no son suficientes para competir con los aparatos que la industria fabrica en tiempo récord y que ya rebasan los 700 millones. En vista de sus desiguales posibilidades de reproducción, la brecha entre humanos y robots se abrirá aún más. Tinder y Bumble aceleran los contactos personales, pero el amor sigue sujeto al principio de incertidumbre. Mientras los laboratorios producen criaturas en serie, la gente se pregunta si Virgo es compatible con Acuario.

¿Qué consecuencias tendrán las ubicuas máquinas parlantes? De momento, una de las más notorias es de orden machista. Las principales “asistentes personales” son mujeres: Siri y Alexa.

Otro efecto tiene que ver con el tipo de idioma inoculado en las máquinas. No se le puede pedir a un GPS que imparta coordenadas con la elocuencia de Juan José Arreola, pero los robots pronuncian un lenguaje empobrecido.

El ser humano es un animal social. Después de cinco temporadas en el Real Madrid, a nadie extrañaba que Hugo Sánchez dijera “joder, macho” con acento de Chamartín. ¿De tanto oír al sistema operativo que dice “opción incorrecta” asumiremos su petulancia verbal y su psicología negativista?

En los chats de WhatsApp se acepta que las palabras sufran como soldados en el campo de batalla. Unas llegan mutiladas, otras vendadas, casi todas heridas. Nadie aspira ahí a la “página perfecta”; nos servimos de vocablos rotos a condición de comunicarnos de prisa. La escritura utilitaria no pasa por la corrección y la oralidad es aún más descuidada. ¿La devastación general del idioma hará que, por riguroso contraste, las máquinas parezcan gramáticos de la lengua?

Paso a las consecuencias geopolíticas del asunto. ¿Qué tipo de español deben usar los hablantes de silicio? Poco después de oír a Muñoz Machado, hablé del tema con Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua. Para el autor de Amor propio, una de las principales conquistas hispanoamericanas es lo que él llama “el retorno de las carabelas”: la introducción de la palabra “españolismo” al diccionario. Al establecer que también España usa regionalismos dialectales, se rompió con la tradición colonialista de considerar que todo lo dicho en la “madre patria” es correcto. Como se trata de una decisión reciente, sólo unos 700 españolismos han entrado al diccionario.

El castellano conserva una notable unidad. “Sólo el ocho por ciento del idioma muestra marcas dialectales”, comenta Celorio. Sin embargo, esto no impide que un GPS hable a la española: en vez de “dar vuelta”, el copiloto virtual propone “girar”, verbo que no se usaba de ese modo en el campo hispanoamericano. En consecuencia, los pasajeros de un taxi chilango ahora piden que el conductor gire a la derecha.

España domina la industria editorial y la enseñanza del idioma en países de otras lenguas. Invierte millones de euros en la promoción de la lengua y a cambio obtiene formidables réditos. Celorio comenta que cerca del 17 por ciento del PIB español proviene de la comercialización de la lengua.

En forma lógica, las empresas de Silicon Valley desean que sus voces artificiales sean avaladas por el país donde las palabras tienen “denominación de origen”. Esa venta de legitimidad puede ser un magnífico negocio. Si en otros tiempos era redituable enseñar a los niños de palacio, ahora lo es enseñar a los robots de Amazon o Google.

Las academias de Hispanoamérica reciben apoyos magros. La dictadura de Daniel Ortega acaba de suprimir la de Nicaragua y las demás subsisten en condiciones de mendicidad. Aun así, los filólogos de este lado del mar han logrado que en numerosos diccionarios no impere el criterio peninsular sino el panhispánico. Esta resistencia, sin duda heroica, no impide que la hegemonía lingüística sea ejercida por España.

La inteligencia artificial es el nuevo horizonte del idioma. ¿Qué destino tendrá?

“El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles”, decía el novelista cubano Guillermo Cabrera Infante.

Tenía razón.

 

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