La noticia de la catástrofe en Matanzas, al oeste de Cuba, al incendiarse tres “supertanqueros” de petróleo, recibe la atención del Gobierno mexicano. Primero envía expertos de Pemex para ayudar a extinguir el fuego. Luego promete 20 millones de litros de diésel a la isla, el equivalente a unos 20 millones de dólares a precio de mercado. 

Antes del estallido, Cuba pasaba por una de las peores crisis económicas de su historia revolucionaria. Desde hace semanas, con el aumento de la demanda eléctrica por el calor, la empresa estatal Unión Eléctrica de Cuba (UNE) realiza apagones de hasta 12 horas en las provincias, salvaguardando a La Habana y otros lugares turísticos. Al tiempo no pudo más y el racionamiento llegó a la capital, con apagones menos largos. 

El gobierno dijo que era por “solidaridad” con las provincias pero la realidad es que no tiene la capacidad de generar lo suficiente para la demanda. Con aires acondicionados y ventiladores apagados, los cubanos sufren no sólo hambre sino desesperanza. 

El incendio traerá más racionamiento eléctrico y de movilidad. La ayuda “solidaria” de México nos costará unos 20 millones de dólares. Aquí es donde surge la duda: ¿prolongar la agonía de un país en ruinas y plagado de desgracias es un gesto humanitario?, o ¿sólo servirá para alargar la agonía de un sistema comunista que no da para más?

El problema de Cuba es que no produce. La inmensa mayoría de la población pierde la vida en largas colas esperando su ración. El campo está en crisis con la peor zafra de caña en un siglo y el turismo apenas recupera su ritmo después de la pandemia. 

Los cubanos emigrados a Miami pronosticaban desde hace medio siglo que la dictadura no duraría mucho, sin embargo superó la vida de Fidel y de la generación revolucionaria. Durante el periodo especial de los noventa, cuando perdió el apoyo de la Unión Soviética por su desaparición, el mundo pensaba que los días de la “Revolución” estaban contados. 

Para alivio de Fidel Castro y su régimen, Venezuela salió al quite con dádivas generosas de petróleo. Después de la muerte de Fidel, Barack Obama abrió el diálogo de Estados Unidos con Cuba, visitó la isla y abrió la posibilidad de un cambio en el embargo comercial vigente durante más de medio siglo. Si EU otorga el pretexto al gobierno cubano de echar la culpa de todo al embargo, sin “bloqueo”, el gobierno tendría que cambiar. Todo iba bien hasta que llegó Trump y apretó de nuevo. 

La pregunta, después de la calamidad económica y social que viven los cubanos sería, ¿quién saldrá al rescate?  México puede pagar por algunos doctores cientos de millones de pesos, puede ayudar con 20 millones de dólares en diésel, pero no podrá ir mucho más allá sin que signifique un riesgo político para Morena. 

La oposición dirá que el Gobierno quiere someter a la burocracia a la pobreza franciscana mientras despacha gente y dinero a La Habana. La solidaridad debería empezar en casa. 

La ayuda mexicana no será suficiente para cambiar el rumbo de desgaste y erosión económica de la isla. Cuba no puede aspirar siempre a vivir del apoyo externo. Con cero inversión industrial, con sus termoeléctricas obsoletas, sin mantenimiento y combustible suficiente para operar, los apagones seguirán hasta que la gente se canse o el presidente Miguel Díaz-Canel comprenda que debe cambiar si quiere permanecer.

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