A los contenidos de la nueva política educativa de la SEP regresa la victimización. A los niños (perdón, niñas y niños) hay que cuidarlos del mercantilismo, el capitalismo y el colonialismo. Hay que infundirles su calidad de débiles mentales; protegerlos de que sean presas inocentes de oscuros intereses extranjeros como la OCDE, el FMI, la OEA y la UNESCO, también de “la modernidad”. Por si fuera poco hay que prevenirlos de los males de la educación competitiva de calidad, donde el mérito y el esfuerzo individual son pecados sociales. Horror entregar una tabla de calificaciones.

Este es un sexenio de víctimas. Somos, primero que nada, víctimas de la lejana conquista sufrida a manos de los españoles hace medio milenio. Por eso debemos pedirles que se disculpen, por habernos permitido existir como individuos y como nación mestiza y no dejarnos intactos en el larguísimo laboratorio de la evolución, donde aún tendríamos sacrificios humanos, no conoceríamos la rueda, los libros, la imprenta y el lenguaje manuscrito.

Claro que también somos víctimas del pasado reciente. Felipe Calderón, el villano favorito, inició esta guerra que no termina. Qué decir del neoliberalismo con las puertas abiertas a la inversión extranjera y el muy neoliberal T-MEC que nos convirtió en la principal potencia exportadora de Latinoamérica, industrializó nuestro Bajío y mantiene el ingreso del propio gobierno. Somos víctimas de la clase media, de los que aspiran, de los que estudian bajo la luz de la ciencia (neoliberal, por supuesto), y de la mafia en el poder que, aliada a los conservadores, quiere impedir la 4T.

El daño de la pedagogía del resentimiento será terrible para la concepción del mundo futuro de nuestros estudiantes. La vida es difícil, nadie lo duda, para enfrentarla desde la infancia hay que inculcar el valor del esfuerzo y la iniciativa individual. Si a eso añadimos la capacidad para trabajar en comunidad, el alumno comprenderá que buena parte de su destino no está marcado por su circunstancia.

Podemos acudir a la memoria de Benito Juárez, quien, con acceso a la educación de su época, transformó a México en la República que hoy somos. La Reforma fue gestión de muchos pero sólo cristalizó por el tesón y la inteligencia del indígena oaxaqueño.

Querámoslo o no, en el aprendizaje y en la vida laboral seremos evaluados porque la medición es un mapa de ubicación. Útil para la comunidad y el individuo. Si el sistema educativo renuncia a la evaluación de maestros y alumnos, producirá una generación de mujeres y hombres desubicados, sin brújula ni destino. Claro que las evaluaciones deben superar el ámbito de lo numérico; en sociedades más avanzadas la evaluación trasciende una “calificación”. Vocación, aptitudes, habilidades naturales y socialización pueden valorarse para evitar frustraciones y fracasos sociales, familiares y laborales.

Al revisar el Plan de Estudios de Educación Básica de la SEP donde se pregona “La Nueva Escuela Mexicana”, encontramos una palabrería y una retórica poco digerible; jerga educativa que sólo entienden quienes hicieron el plan. Un ejercicio de claridad para su comprensión no le vendría mal al documento. Necesitamos un editor que la traduzca. Podrían ahorrar la mitad del rollo (163 páginas más notas) con menos ideología y mayor precisión en las metas.

Aunque hay principios que se respetan como la educación laica, los derechos de género o los nuevos imperativos de la salud y el clima, el rechazo a los valores occidentales de la modernidad tienen el tufo añejo del socialismo victimista. No prevalecerá. 

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