En tiempos de polarización donde se discute nuestro futuro, vale la pena mirar al destino que tuvieron dos islas después de su descolonización. Una es Cuba y la otra Singapur. Aunque su tamaño, geografía e historia son distintas, parten de una misma situación económica en 1959. 

Durante algún tiempo seguimos el desarrollo de Singapur como un ejemplo de éxito económico y social. Una nación que surge primero de la emancipación del Imperio Británico y luego, en 1965, se separa de una fallida federación con Malasia para convertirse en país independiente. 

Dos islas con clima cálido ecuatorial y tropical, dos caminos distintos en la era de la guerra fría con dos modelos económicos y políticos que disputaban el bloque comunista soviético y la hegemonía occidental de Estados Unidos. Dos ideales que presumían un futuro luminoso, uno liderado por un abogado, Lee Kuan Yew,  de ascendencia china y egresado de la Universidad de Cambridge, el otro, un líder carismático egresado de la universidad de La Habana. Ambos con educación primaria cristiana y fraguados en la lucha anticolonialista. 

Cuba y Singapur tenían ingresos semejantes al principio de la década de los sesenta. Cuba era uno de los países avanzados en Latinoamérica con el mayor número de autos y electrodomésticos por habitante, crecía y su ingreso rondaba los 500 dólares por habitante. Singapur, veinte veces más pequeño que Cuba, era un punto de comercio y defensa militar británico en el sureste asiático. 

La búsqueda de la independencia provenía del injusto reparto de los bienes coloniales. En Cuba, el capital norteamericano era poseedor de la agricultura y los medios de producción agrícola ligados a la caña de azúcar; en Singapur, los ingleses gozaban de mejores salarios y condiciones que los nativos chinos, malayos e hindúes que conformaban la mayoría de su población. 

Singapur obtiene la independencia política tras el reconocimiento del Reino Unido. Un cambio pacífico en libertad, bajo la amenaza de los movimientos guerrilleros comunistas en Vietnam y un clima de confrontación generado con el vecino mayor: Indonesia.

Cuba, harta de la dictadura de Fulgencio Batista, apoya el cambio revolucionario de Fidel Castro y abriga la esperanza de una vía democrática que al tiempo deviene en una ruptura con EU. Fidel abre sus cartas de aspiración socialista-comunista y rompe con EU, el país colonialista que nunca pudo impedir el rumbo de la Revolución cuando Fidel se echó en brazos de la Unión Soviética. 

Fidel rompe con el capitalismo y expropia todo lo extranjero, en particular las inversiones norteamericanas. Lee Kuan Yew, asesorado por un extraordinario economista de la ONU, Walter Winsemius, abre  y promueve el país a la inversión extranjera y al libre comercio. De pasada proscribe a los comunistas y destierra o encarcela a sus líderes bajo el temor de la guerrilla y la influencia política de Vietnam.

La respuesta norteamericana a Fidel fue un embargo económico que hasta hoy persiste. Fidel organizó el país creando el Partido Comunista de Cuba, que sigue gobernando. Cierra su economía y apuesta a la producción interna, en particular a la caña de azúcar. Para subsistir al embargo se apoya en Rusia y los países del bloque comunista europeo. 

Lo que sucedió en seis décadas con cada país es una larga historia que amerita contarse y contrastar porque atañe a nuestro futuro. Eso será en otro espacio y formato. Valga comenzar por el final. (Continuará)

 

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