La expectativa de vida aumenta, pero la tiranía tecnológica relega a la tercera edad. Testimonios de lectores dan cuenta de ello.

 

La sección más importante de un periódico son las cartas de los lectores. La calidad de la información se mide por lo que llega del otro lado de las páginas o de la pantalla. Conviene recordarlo en tiempos del periodismo selfie, donde la principal noticia es el propio autor.

Aunque nunca han faltado los textos confesionales, la sociedad digital estimula la exposición de la vida íntima. En una brillante conversación con Alan Pauls, César Aira abordó el tema con ironía: “Menos mal que el giro autobiográfico se dio cuando ya se habían escrito muchas obras maestras. Se habría perdido mucho si Dante, Shakespeare, Proust o Kafka hubieran dado el giro. Hoy tendríamos mucha información sobre unos señores intensamente neuróticos, y poca literatura”.

Incluso un escritor tan dotado como Emmanuel Carrère interrumpe su crónica sobre el evangelista Lucas para hablar de fruslerías personales. Habitamos una época sin perspectiva, un “presente eterno” donde los santos coexisten con los exhibicionistas.

Y, pese a todo, escribimos para los demás. Cada artículo es una botella al mar: sólo cuando hay respuesta sabemos que el mensaje llegó a la playa adecuada. De ahí la importancia del correo del lector.

La semana pasada dediqué mi columna a la discriminación que la gente de la tercera edad sufre ante la tiranía tecnológica. Me limité a dar tres ejemplos, pero los lectores compartieron otros casos.

Uno de ellos tiene que ver, precisamente, con la prensa. Una mujer fue fiel suscriptora de un periódico global que, luego de varias décadas, dejó de imprimirse en México. Como ella no utiliza medios digitales, quedó al margen de los textos de su preferencia. Escribió una carta en la que hablaba del castigo a su fidelidad: las nuevas plataformas se dirigen a quien nunca ha leído el diario y castigan a quien lo ha apoyado siempre. En respuesta, recibió una amable llamada desde Madrid en la que le dieron las gracias, le recordaron que el papel está muy caro y le recomendaron que sus nietos leyeran el periódico que ya no es para ella.

Aquella carta quedó inédita. No quiero que pase lo mismo con un par de mensajes que he recibido. Gabriela Ibarra tuvo la generosidad de compartir esta historia: “Mi madre tiene 92 años, padece de Alzheimer y se mudó a vivir con mi hermano a Nicaragua hace 13 meses. Yo la cuidé por muchos años, pero ahora paso mucho tiempo fuera de México y mi hermana vive en EU. Mi madre no se podía quedar en México.

“En el mes de mayo le dejaron de pagar su pensión. Acudí al ISSSTE a preguntar el motivo de la suspensión de pago. Además de pedirme muchos documentos para actualizar su información (que no ha cambiado hace lustros), me dijeron: ‘muchas personas siguen cobrando la pensión después de que fallecen sus familiares’. Le dije que mi madre estaba con vida, que le podía mostrar una foto de hacía unos días, a lo que respondió: ‘cómo sé yo que no es una foto vieja’. Le propuse una videollamada… denegada. Le propuse que mi madre acudiera al Consulado de México en Nicaragua y que le expidieran un documento notarial de que sigue con vida, me respondió: ‘es una situación inédita, ella debe venir a la oficina del ISSSTE en persona’. Sin embargo, ofreció preguntar a su superior y llamarme en dos semanas, han pasado seis y no he tenido noticias […] Mi madre trabajó desde los 15 años, tiene derecho a su pensión y ahora resulta que por no vivir en México, el ISSSTE decide que ya no la puede recibir. Si el sistema no la activa, no recibirá su pensión”.

Por su parte, María Rosa Sánchez de Riveroll escribió: “Leyendo hoy, viernes 30 de septiembre de este año, 2022, su artículo en Reforma quiero compartir con usted que a mí me pasa igual que a su mamá…¡¡¡problemas con el banco!!!… Soy de 1926 y voy a cumplir el 31 de octubre (Halloween) 96 años. No puedo conseguir una chequera (no aceptan mi firma en un cheque) ni puedo hacer uso del Banco Móvil, transferencias, etc. porque mis huellas de las manos no pasan y tampoco mi cara responde cuando han tratado de retratarme. Ojalá y los bancos tomaran en cuenta que cada vez habemos más gentes lúcidas mayores”.

La expectativa de vida ha aumentado, pero la tiranía digital relega a buena parte de la población.

La especie depredadora que antes se mataba con macanas ahora se elimina con un clic.

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