Queda poco tiempo. Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es con nosotros, ¿con quién? La destrucción del INE abre la puerta a una nueva dictadura como la que vivimos durante siete décadas. Peor, como un segundo engendro que no tiene siquiera una estrategia de futuro.
Dudamos que en las mismas filas de Morena y sus partidos satélite exista la convicción de llevar al árbitro a manos del poder Ejecutivo. Sería juez y parte, árbitro y jugador. El invento diseñado desde Palacio quita de las manos de los ciudadanos la organización de nuestros comicios y la administración del padrón electoral.
Dos pretextos falaces: el INE es caro y está controlado por los conservadores. Hacerlo barato, cortando recursos para su operación y limitando sus alcances, sería lo más costoso del mundo. Morena, el PRI de nueva degeneración, se configura como una maquinaria electoral cuyo único interés es conservar el poder. Cuya tolerancia a otras ideas y a la pluralidad es cero. El partido que quiere ser hegemónico, vertical y dedocrático puede lograr su cometido si no encuentra una oposición unida y firme.
Si los líderes de la oposición no tienen la fuerza para convocar a los ciudadanos a salir a las calles en una demostración de rechazo a la intentona de arrancarles de las manos al INE, la elección del 2024 estará definida. Perderíamos la democracia, así de grave.
La militarización del país, aunque inconcebible antes del 2018, no tuvo resistencia porque el Ejército era una institución bien valorada por la gente. En cambio el INE es “la institución de la democracia” por excelencia. Mientras los partidos tienen una pésima imagen pública por sus prácticas ilegales, por sus corruptelas y falta de democracia interna, el INE es impecable en su administración y en la ejecución de sus mandatos.
El problema de las democracias es que, para su funcionamiento, necesitan ciudadanos educados e informados. Hoy en Estados Unidos se celebrarán las elecciones intermedias donde se definirá el rumbo del Congreso. El radicalismo trumpista puede regresar dentro del partido Republicano y ocasionar otras desgracias a ese país y al mundo.
En vivo y a todo color vimos a las hordas fanáticas de Trump invadir el Capitolio a la fuerza. Personajes de baja ralea quisieron reventar el triunfo de Joe Biden porque el presidente en funciones inventó un fraude que jamás existió. Su demencia lo hizo creer que podría seguir cuatro años más en la Casa Blanca.
El golpe al INE, desde el poder, no puede tener otra intención que controlar el proceso electoral para beneficio de quien hoy gobierna. La única forma de contrarrestar esa iniciativa es una coalición amplia y bien dirigida. El temor es una traición del PRI, de Alito Moreno en particular. Su definición la veremos este domingo. El rapto del INE no sucederá si el PRI vota en contra y salva su última oportunidad de permanencia. Ahí es donde Enrique de la Madrid podría entrar en escena. (Continuará)
La manifestación más importante sería a las puertas de ese partido en la avenida Insurgentes Norte de la CDMX donde tiene su sede. Los priístas de buena entraña deben exigir a Alito que no lo extinga ni lo fusione con Morena.