León necesita un cambio de estrategia urbana si queremos un futuro con menos pobreza. El reporte del Coneval señala a casi la mitad de la población en esa situación. La planeación para crecer y distribuir mejor no funcionó. Valdría la pena que las universidades o los centros de información como el Inegi nos alumbraran sobre el retroceso que hubo en los últimos años. 
Como espectadores de la realidad de León durante 44 años, advertimos que el crecimiento no ha sido homogéneo y justo para la gran mayoría de los ciudadanos. Comentamos que nunca hubo iniciativas para diversificar la producción, tampoco se abrieron espacios suficientes para atraer inversiones como se hizo en otras ciudades del estado. 
Hay múltiples causas para el estancamiento económico y social. Una de ellas, la más visible, es la anarquía urbana generada por la especulación de la tierra. El municipio  tiene mil 222 kilómetros cuadrados. La mancha urbana utiliza unos 240 (el 20%), lo demás es tierra agrícola, y la sierra al norte y norponiente. Tenemos suficiente espacio para diez o más parques industriales, lugares para crear comunidades cerca de los centros de trabajo y la tierra suficiente para impulsar la zona agrícola con invernaderos de alta producción. 
Para lograrlo necesitamos un proyecto para traer agua de un gran tinaco llamado presa Solís ubicada al sur del estado. Necesitamos atraer mucha inversión. Toda la que se pueda, de preferencia en industria de punta. Un ejemplo sería atraer fábricas de baterías para autos eléctricos o armadoras de las nuevas marcas que surgen cada año en China y Estados Unidos. 
Mientras la distancia política entre Estados Unidos y China se amplía, tenemos una gran oportunidad con el llamado “nearshoring” (fabricar cerca). La pandemia trajo angustia y pegó duro con la inflación, pero eso pasará en un par de años, cuando llegue un Gobierno federal que aliente la inversión, venga de donde venga. 
Es curioso que León, a pesar de ser la cuna de la democracia impulsada por Acción Nacional, haya sido olvidado por los gobiernos azules. En cifras actuales, es paradójico que ningún gobierno haya destinado tantos recursos a la ciudad como lo hizo Enrique Peña Nieto cuando gobernó el PRI. 
Otra obra indispensable es la descentralización del Ayuntamiento. Rolando García, uno de los mejores alcaldes de Querétaro, sacó del centro de esa ciudad la administración municipal. Para eso creó un nuevo centro urbano llamado “Centro Sur”, donde se construyó un edificio moderno y funcional. 
Es cierto que debemos densificar la mancha urbana, que el modelo futuro está en la vivienda vertical. Hay unas 4 mil hectáreas inútiles y ni el Ayuntamiento ni la Legislatura se atreven a cobrar impuestos razonables sobre su plusvalía anual. Aún así, necesitamos espacios nuevos. 
No sólo requerimos planificadores o expertos en urbanismo, faltan gobiernos visionarios. La ciudad es uno de los grandes inventos de la humanidad y, como espacio que nos alberga, debe proyectarse para ser más productiva, justa y democrática. 
Productiva porque si no elevamos nuestra producción interna será imposible combatir la pobreza; justa porque no podemos permitir que el diseño de la ciudad sólo beneficie a la especulación y los intereses de unos cuantos; democrática para empoderar al ciudadano en la participación de su futuro, desde los hogares y los barrios. Hay que hacerlo antes de que colapse el viejo modelo. 
 

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