Para decir que somos una democracia necesitamos “democratizar” a los partidos con reglas generales para todos. Si hay financiamiento público, si tenemos al INE como árbitro autónomo, si llegamos a la alternancia a través del voto y no de un golpe de estado, necesitamos que los partidos elijan a sus candidatos por medio del voto general de sus miembros o delegados.
De antemano sabemos que la candidata a la presidencia de Morena será Claudia Sheinbaum, a menos que algo extraordinario suceda. En Coahuila, por ejemplo, quienes están informados saben que el candidato del PRI será Manolo Jiménez Salinas, quien trabaja como secretario de Inclusión y Desarrollo Social (donde están las dádivas) un designado del gobernador Miguel Ángel Riquelme.
En Guanajuato la decisión está en manos de Diego Sinhue Rodríguez, como líder máximo del PAN. No es un juicio de valor, sólo una observación de la realidad. Si es mujer, la línea está entre Libia García y Alejandra Gutiérrez, según voces al interior del PAN. Si es hombre, apuntan a Jesús Oviedo, por más que el senador Erandi Bermúdez haga campaña.
En el Estado de México el PRI lleva mano sobre la Alianza con el PAN. El gobernador Alfredo del Mazo es priísta y escogerá a una mujer que pueda competir con Delfina Gómez quien a su vez fue designada corcholata estatal desde Palacio.
Cuando seguimos los viejos métodos del PRI que todos critican pero tienen vigencia, la democracia no queda completa. Nos gustaría ver a muchos candidatos en las elecciones primarias. La vida política sería más rica y plural. Si el propio INE hiciera esos comicios, le daría mayor solidez al ejercicio. Por eso necesitamos más INE. Lo que cuesta no es poco pero es la piedra de toque de nuestro futuro democrático.
Imaginemos que en 2024 tuviera un candidato electo de entre una docena de sus mejores cuadros. Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard no tendrían que temer la mano del Presidente destapando a su “corcholata”. En Guanajuato tendríamos al menos 6 o 7 candidatos con posibilidades de luchar en campaña abierta. Lo mismo pasaría en municipios, diputaciones y senadurías. Puras fiestas democráticas. Las precampañas podrían ser cortas y con métodos de elección electrónica tendríamos resultados inmediatos como en otros países.
A los partidos hay que darles mayor vida interna, que participen en todo lo que atañe a la vida pública. Un ejemplo es España, donde hay una intensidad tremenda en las posturas de los partidos. Con ideologías extremas, candidatos vociferantes y una contienda permanente en su régimen parlamentario. Hacen alianzas y acuerdos para gobernar; cambian de color de partido cuando algún Alcalde no da resultados. Viven la política casi con tanta intensidad como el futbol.
Hoy la mayoría morenista en el Congreso va a presentar su cambio a las leyes electorales. Se anuncia que no alcanzará la mayoría constitucional para lograrlo pero que así tendrá un motivo para irse sobre la modificación de las leyes secundarias. Ignoramos qué tengan entre manos, pero una cosa es segura: golpearán al INE como lo vienen haciendo para controlar al árbitro.
Si se les pasa la mano habrá problemas con las elecciones venideras en dos estados y las grandes del 2024. Un INE sin recursos, maniatado desde el Congreso por órdenes del Presidente, fallaría en su cometido. Para rescatarlo tendremos que esperar que el próximo Congreso tenga mayor pluralidad y no esté dominado por alguien a quien no le gusta que le modifiquen siquiera una coma de lo que ordena legislar. Hoy valdrá la pena escuchar el debate.