Al país le hace falta una tregua, un cambio hacia la pacificación de la palabra en todas partes, comenzando por la mañanera, la tribuna más poderosa del país. Desde hace algunos meses tenemos la sensación de que los comentarios críticos hacia el Presidente en los medios y en las redes sociales suben de tono y volumen. 

Tan solo en la radio los principales informadores y comentaristas alargan el alcance del tiempo dedicado a responder con dureza las políticas públicas. Desde la intentona de cambiar la Constitución para desaparecer el INE se encendió un foco rojo. Entre los más escuchados y críticos están Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, Joaquín López-Dóriga, Chumel Torres y Carmen Aristegui. 

En YouTube Brozo, Loret, Chumel, Alazraki y algunos críticos más, aumentan su audiencia al paso del tiempo. El común denominador es la crítica despiadada al gobierno y en particular al presidente López Obrador. 

Con el atentado sufrido por Ciro Gómez Leyva (el más escuchado de todos) la crispación sube. El viernes, antes de comenzar el programa en el que Ciro contó cómo fue el atentado, Ricardo Rocha elevaba la crítica hasta considerar al Presidente como “corresponsable” del hecho por los constantes ataques a periodistas, comentaristas y sus medios.

Al mediodía, Chumel Torres vuela la barda con calificativos que nunca habíamos escuchado en la radio contra un presidente. Lo hace desde hace tiempo en su programa “El Pulso de la República” en YouTube, pero no en un sistema nacional de radio abierta como lo es Radiofórmula. La libertad extraordinaria que gozan los críticos debe ser avalada por los propietarios de las estaciones, que en otros tiempos ponían límites más severos a las críticas directas al Presidente. 

López Obrador, luego de expresar solidaridad con Ciro en su mañanera del viernes, vuelve a la carga contra otros líderes de opinión. Una recurrencia innecesaria dado el humor de tristeza y miedo en el gremio después del atentado. Creemos que el odio y el encono no cesan, con resultados impredecibles. 

Puede existir un punto de quiebre cercano, donde la violencia verbal se traslade a la violencia física, donde se prenda una flama social en contra y a favor de los medios. Algo que no sucede cuando hay moderación y límites mutuos de respeto y dignidad. La violencia, verbal o física no deben tener cabida en ningún lado. Nuestra aspiración superior debe ser vivir en paz y armonía. Si desde el poder se rompe este ideal, si se siembra odio, rencor y denuesta el trabajo de todo un gremio, la respuesta vendrá envuelta en más de lo mismo. 

Lázaro Ríos, quien fuera director editorial del Grupo Reforma, pide al Presidente “que le baje”. Algún buen consejero de López Obrador le debería de decir que es el momento de una tregua completa, de una pacificación en sus palabras para no encender yerba seca en un país cada día más peligroso. Eso por dos razones: su mencionado “humanismo mexicano” y el sentido de conservación del poder. El conflicto puede enfangar aún más la vida política del país y la viabilidad de Morena como partido gobernante. Pocos creen que la popularidad del Presidente y la fuerza de su partido pueden ceder ante el desánimo en muchos sectores, sobre todo por la violencia homicida que viven muchos estados. Sin embargo, no todo es para siempre.

Estamos a tiempo de bajar el volumen, las injurias y la guerra verbal. Urge una tregua, por el bien de todos, primero la paz. 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *