Donald Trump tiene cargos criminales en su contra porque descubrieron sus fechorías para tratar de impedir que Joe Biden asumiera la presidencia de Estados Unidos. Los ciudadanos que votaron por el actual inquilino de la Casa Blanca, quedaron azorados por la embestida de fanáticos trumpistas al Capitolio. 

Era increíble que el recinto sagrado de la democracia norteamericana fuera invadido por grupos paramilitares como los “Proud Boys”, radicales neonazis, blancos supremacistas, misóginos y predicadores de odio que no podían ver a su líder derrotado. El invento fue el fraude electoral. “Rigged elections” (elecciones amañadas) alegaba Trump sin una sola prueba. A sus furiosos seguidores les prometía que las cosas se iban a poner (wild) locas o salvajes.

En su desquiciada mente Trump soñaba con una insurrección general del pueblo norteamericano. El poder lo había vencido como a muchos otros gobernantes que no resisten la prueba adictiva de mandar. 

Del asombro ciudadano al ver ultrajado el Capitolio -con cinco muertos y varios heridos- y la amenaza de matar a la líder demócrata Nancy Pelosi, las instituciones pasaron al empeño de castigar a los culpables. Desde el día uno todo apuntaba a Trump pero había que llegar por muchos caminos y testimonios de sus allegados. 

Un comité especial llevó a la cárcel a varios como el cornudo Jacob Chansley o Richard Barnett, a quien vimos sentado en la silla de Pelosi. Al final armó el caso en contra de Trump quien también debería llegar a la cárcel.  Los cargos fueron insurrección y conspiración contra el gobierno. Será el Departamento de Justicia quien decida si actuará en consecuencia. Los expertos en derecho y en política tienen dudas. Sin embargo, siguen los cargos por delitos fiscales. Un comité especial del congreso aprueba que sus declaraciones se hagan públicas. Seguro que es otro torpedo para sus aspiraciones de regresar a la presidencia. Pocos apuestan por él. 

El periodo de Trump será recordado como el más oscuro del Partido Republicano. Sus líderes se doblaron en todo frente a él. En poco tiempo se convirtió en “el hombre fuerte” (strongman) de un partido secuestrado, de una nación secuestrada por las peores ideas de los más radicales e ignorantes; racistas a quienes Trump consideraba “finas personas”. 

Si el Departamento de Justicia toma los cargos e inicia un juicio, será el triunfo de la democracia y las instituciones. Un bálsamo para quienes injurió el ex Presidente: periodistas, extranjeros y mexicanos calificados de bandidos y violadores. 

¿Cómo pudo Trump ganarse la simpatía -o el pavor- del Presidente de México?¿Quien olvida su insultante frase al decir que no había conocido a alguien que se doblara tan fácil al referirse a nuestro gobierno?

Hay líderes que despiertan las peores pasiones de su pueblo. Vladimir Putin tenía el 80% de aprobación cuando inició su guerra criminal contra Ucrania. La gente, inundada por propaganda mentirosa, creyó el cuento de que eran nazis quienes gobernaban a su vecino. Todos imaginamos que Rusia se comería de un bocado a Ucrania. El mundo tuvo una sorpresa enorme cuando las tropas rusas se quebraron antes de llegar a Kiev. 

Para Trump llegó el punto de quiebre frente a su gobierno de mentiras e insultos; para Putin llegará pronto, cuando el pueblo ruso tome conciencia del terrible error que cometió su líder al invadir Ucrania sin razón.  

¿En México tendremos un punto de inflexión? Muchos no lo creen. Muchos sí lo creemos.

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