En Sinaloa desde hace tiempo hay dos mandos, el gobernador, las instituciones del estado y el Cártel de Sinaloa. Durante tres o cuatro décadas establecieron lo que llaman algunos comentaristas la “Pax Narca”, un acuerdo de no agresión entre sus líderes.
De vez en cuando las pugnas intestinas y sin ley de los cárteles rompían acuerdos y se enfrentaban en guerras intestinas. En ese estado de cosas también participaron algunos mandos del Ejército para no agrietar esa paz. El problema, desde la era de Rafael Caro Quintero, fue el crecimiento súbito del negocio y su impacto en Estados Unidos.
Nuestros vecinos toleran cierto nivel de contrabando de drogas, pero cuando ven que los narcos se pasan de la raya presionan a nuestro presidente. El Búfalo, aquel inmenso sembradío de marihuana cerca de la frontera produjo irritación en el gobierno de Ronald Reagan. El gobierno de Miguel de la Madrid aceptó el reclamo y paró la cosecha. Al agente de la DEA, Enrique Camarena (El Kiki), le costó la vida el descubrimiento. A Rafael Caro Quintero y a “Don Neto” Fonseca, la cárcel.
Luego vinieron capturas y extradiciones del Cártel de los Arellano Félix en Tijuana; la más importante y reciente fue la de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Hasta que el hilo volvió a reventar con la voluminosa exportación de fentanilo. Las muertes por sobredosis en Estados Unidos superan los 108 mil.
El problema es tan grande que algunos políticos norteamericanos sugieren declarar terroristas a quienes producen e internan drogas a los EU. Bajo las leyes del vecino, significa poder enviar a soldados, marines o navy seals a territorio mexicano para anular a los jefes del crimen organizado. Algo que violaría nuestra soberanía y crearía un rompimiento total, aunque sería un triunfo político electoral interno en EU. Nos harían chivos expiatorios como lo quería Donald Trump.
Con la segunda detención de Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, de inmediato surgieron los comentarios de que era una movida del presidente López Obrador para congraciarse con Joe Biden, quien llega el lunes a México.
Al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, no le avisaron o se hizo que la virgen le hablaba para no confrontarse con el Cártel. Lo más probable es que no sabía nada porque estaba verdaderamente espantado cuando lo único que se atrevió a decir en radio es que la gente no saliera de sus casas. La guerra había comenzado.
El Ejército planeó mejor las cosas para defender la operación y a sus elementos. Aún no sabemos el saldo real de muertos y heridos aunque vimos la enorme respuesta del Cártel y los cientos o miles de ciudadanos que dependen de él haciendo desmanes.
Hubo guerra en el aeropuerto donde balearon un avión de Aeroméxico; hubo guerra en calles y carreteras donde quemaron decenas de vehículos y también hubo guerra tierra-aire, con disparos a un avión militar. Algunos capitalizaron la falta de autoridad saqueando comercios.
A pesar de los kilos de información en todos los medios, apenas tenemos un borrador de lo que sucedió. Hubo muchos que se lanzaron al ruedo de las redes para inventar historias locas, por deporte o para distraer la atención. Es un trabajo exhaustivo distinguir el grano de la paja. En los días que vienen trataremos de comprender e informar todo -o casi todo- lo que sucedió.