En su charla matutina del 4 de enero de 2023, el presidente López Obrador señaló lo que para él es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). No es que antes lo hubiera ocultado o que nosotros no lo hayamos inferido. Ese día, dijo lo que, desde su perspectiva, debe ser esta institución judicial. Un instrumento para realizar su proyecto de “transformación”. Para López Obrador, en efecto, la Suprema Corte debe empeñarse en realizar su ideario político. Su plan para beneficiar a un pueblo que, o ha decidido aceptarlo plenamente, o al que por su bien hay que imponerle.
El posicionamiento de López Obrador en la mañanera de ese 4 de enero comenzó al preguntarse a sí mismo: ¿qué ha hecho la Suprema Corte por el pueblo? Desde la comodidad de su espacio mediático, se contestó que nada. Que nadie recordaba una resolución en beneficio del pueblo. Como ejemplo se refirió a lo resuelto por la Corte en 2014, al desechar la solicitud de consulta popular sobre la reforma energética por él mismo promovida.
En el centro de las reflexiones del Presidente está la necesaria vinculación entre la Corte y el pueblo. A juicio de López Obrador, este órgano debe resolver los asuntos sometidos a su conocimiento pensando en el pueblo. Como la Corte se compone de personas que actúan en conjunto, el reclamo presidencial es para que cada integrante decida considerando al pueblo y así, finalmente, la suma de las individualidades produzca decisiones “legítimas”.
Los problemas en el reclamo presidencial son enormes. Algunos fácilmente identificables. Por ejemplo, ¿los ministros deben desplazar a la Constitución y las leyes para actuar conforme a lo que estimen benéfico para el pueblo? ¿Deben apartarse de sus precedentes al considerar que no satisfacen un estándar popular? Menos evidente es la identificación de las fuentes con las cuales los ministros deberían dictar sus resoluciones conforme a los presupuestos lopezobradoristas. ¿Quién o qué es el pueblo? ¿Con qué, cómo y cuándo se le beneficia? ¿Cuáles son las posibilidades de hacerlo mediante decisiones judiciales?
El 4 de enero, el Presidente rasgó el telón de su teatro. El tejido de palabras con que busca ocultar sus intenciones y acciones. A través de la rasgadura, nos mostró lo que quiere hacer con la Suprema Corte. Contar con un órgano que asuma la existencia de un pueblo unitario por él mismo representado. De una totalidad capaz de determinar el sentido y los alcances de las conciencias judiciales para fundirse en la voluntad de un hombre destinado a construir los destinos de México. De este nombre ancestral capaz de unificar a ciento treinta millones de seres por las decisiones de uno solo de ellos.
Para terminar de rasgar el telón del teatro presidencial, basta que los ministros asuman que sus guiones están en las normas jurídicas establecidas democráticamente. Que las improvisaciones del apuntador no les sirven para cumplir con su propio papel. Que cada uno tiene que representar su propia obra. Que no pueden ser actores, menos comparsas, en las escenificaciones de otros. Que la tragedia de la justicia no puede mezclarse con la comedia de la política.
@JRCossio