Por Armando Fuentes
“Fue entonces cuando compré el anillo de compromiso que le di a mi novia, que meses después se convertiría en mi esposa. (Y también en mi consejera, mi doctora, mi experta financiera, mi asistente secretarial, mi psiquiatra, mi directora espiritual, mi mejor crítica, mi compañera de aventuras y, al paso del tiempo, la amorosa madre de mis hijos y la amorosísima abuela de mis nietos). Lo de la compra del anillo debe haber sido en octubre del 63. Don Francisco García Cárdenas, apóstol de la enseñanza del Derecho (cuando paso frente a su busto en la Facultad de Jurisprudencia, de Saltillo, debo resistir el impulso de santiguarme), fue designado para recibir un reconocimiento con motivo del Día del Abogado, en la Ciudad de México. Imposibilitado de viajar -padecía flebitis crónica- me hizo el honor de pedirme que fuera a recoger en su lugar esa presea. Cumplido el encargo me di tiempo para buscar el anillo que le daría a mi prometida. El único que pude pagar lo encontré en el Monte de Piedad. Tanía un brillantito tan pequeño que para verlo se necesitaba una poderosa lupa, si no es que un microscopio, pero mi novia lo recibió con gozosa emoción. Eran los días del esplendor en la hierba que dijo Wordsworth. Ahora son los días del esplendor en las más altas hojas de los árboles, a las que alcanza todavía la luz del sol. Pero voy a otras cuestiones. El Instituto Nacional para la Celebración del Día del Abogado le retiró a Yasmín Esquivel la distinción que le otorgó hace años, pues las evidencias del plagio de su tesis le quitan la calidad moral que se requiere para merecer tal reconocimiento. En mi opinión ese organismo estuvo puesto en lo justo al aplicar dicha medida. Caso muy diferente el del rector de la UNAM, quien primero hizo mella a la autonomía de la Universidad al enviar a la secretaría de Educación Pública un asunto estrictamente universitario, y luego pretendió haber cumplido su responsabilidad al hacer que la hebra se rompiera por lo más delgado con el despido de la asesora de tesis, chivo expiatorio cuya expulsión -merecida, por lo demás- no libra de responsabilidad al doctor Graue. La actitud asumida en este caso por el rector tiene semejanza con la conducta que observó Arturo Zaldívar cuando López Obrador, en violación flagrante de la ley, pretendió alargar la presencia de su ministro amigo al frente de la Suprema Corte. Ambos, Zaldívar y Graue, dieron la impresión de haber claudicado frente al poder presidencial. Sufrió demérito entonces el máximo órgano jurisdiccional; sufre demérito ahora la máxima casa de estudios. Una vez más se degrada la vida nacional en el sexenio del hombre que mandó al diablo las instituciones y que no quiere que le vayan con el cuento de que la ley es la ley. La pequeña Rosilita le preguntó a su mamá: “Mami: ¿la cigüeña le puede traer un bebé a una niña de 6 años?”. “No, hijita -respondió la señora-. La cigüeña no puede traerle un bebé a una niña de esa edad”. Corrió la chiquilla, y su mamá corrió también cuando oyó que Rosilita le decía a su compañerito de juegos: “¡Buenas noticias, Pepito! ¡Podemos seguir jugando a lo mismo!”. A la hora del café en la oficina don Algón buscó a su linda secretaria Rosibel. Alguien le dijo que la había visto entrar en el cuarto del archivo. Fue allá, y cuál no sería su sorpresa -frase inédita- al encontrarla con el empleado Pitolete practicando sobre la mesa del despacho el in and out que dicen los ingleses. Advirtió Rosibel la presencia de su jefe, y antes de que éste pudiera articular palabra le explicó: “El café ya se había terminado”. FIN.