En la mesa tenemos a los precandidatos a la gubernatura. Nunca habíamos visto tantos aspirantes desde tan lejos en el tiempo para las elecciones. Dice el gobernador Diego Sinhue Rodríguez que al menos hay 13  en la lista. En la mente están.

Libia Dennise García, actual secretaria de Gobierno;

Luis Ernesto Ayala, líder del PAN en el Congreso;

Alejandra Gutiérrez, alcaldesa de León;

Jesús Oviedo, secretario de Desarrollo Social;

Alejandro Navarro, alcalde de Guanajuato;

Erandi Bermúdez, senador; 

Daniel Díaz, secretario de Salud; 

Lorena Alfaro, alcaldesa de Irapuato.

La lista podría reducirse si en el PAN nacional por paridad de género deciden que debe ir una mujer. 

El desorden iniciado por el presidente López Obrador, al mencionar los 3 o 4 precandidatos a sucederlo, detonó la actividad política sucesoria en todo el país. La ventaja para los ciudadanos es que podremos ver con calma cuál es la propuesta de cada aspirante y, para ellos, la posibilidad de aparecer en la punta de las encuestas de su partido o de las casas especializadas en sondeos de opinión. 

Sin embargo, el problema permanece. Mientras los ciudadanos seamos invitados de palo, nuestra “democracia” sigue dirigida por los partidos y los partidos por el presidente y los gobernadores. En el Estado de México la candidata “designada” de Morena fue Delfina Gómez; de la Alianza va la enviada por el gobernador Alfredo del Mazo, Alejandra del Moral.  En Coahuila se sabía desde hace un año que el candidato del gobernador Riquelme sería Manolo Jiménez. Armando Guadiana, de Morena, también tuvo la bendición de López Obrador. 

A la presidencia del país, López Obrador le da todo el apoyo a Claudia Sheinbaum. Sólo otro suceso mayor en el Metro o en la CDMX podría descarrilar su candidatura.

Eso abre una gran oportunidad para la oposición si los partidos escuchan el clamor popular, el grito repetido una y otra vez: realicen una elección primaria entre los mejores candidatos. Abran a la democracia participativa el proceso y los beneficios serán tremendos. Imaginemos la presentación de proyectos y debates entre los aspirantes. De inmediato llenarían el espectro político nacional. 

Aunque los aspirantes hacen planteamientos y presentaciones, no es lo mismo que haya un acuerdo para un proceso con fechas, métodos y la participación del propio INE. Si nos dicen que el PAN va a ser el responsable del proceso, podemos imaginar que será alguno de sus miembros el que obtenga la candidatura. En cambio si el PAN, regresando a lo mejor de sus orígenes, organiza con apertura y altura de miras elecciones primarias, pondrá el ejemplo de lo que puede ser el futuro democrático en el país. Lo deben hacer ya, sin pérdida de tiempo. Existen riesgos, pero el  peor riesgo es no jugársela, y que un puñado de notables decidan por la ciudadanía. 

Ese fenómeno también puede suceder en Guanajuato. Sabemos que Ricardo Sheffield tiene la más alta probabilidad de ser el candidato de Morena (para que la cuña apriete…).

El PAN ganaría mucho abriendo el debate y la presentación de proyectos de sus aspirantes. Parece idealista que el gobernante quiera dejar el control de su sucesión. La ventaja de quien gobierna es el conocimiento cercano de cada uno de sus funcionarios, diputados del partido y alcaldes. No es fácil que Diego Sinhue Rodríguez quiera tomar el riesgo de abrir elecciones primarias por el temor -fundado- de que si hay una equivocación “popular”, Morena puede ganar. 

 

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