Por: Armando Fuentes
Matrimonio desigual fue aquél, propio del tiempo -comienzos del pasado siglo- y del lugar donde se celebró, un lugarejo llamado Petatillo. Octogenario el novio, de 20 años la novia, el padre de ésta la casó con el maduro señor porque era rico en tierras y ganados, y él había perdido la fortuna familiar leyendo el libro de las 40 hojas, o sea jugando a la baraja. Pensaba el torpe genitor que el marido de su hija se iría pronto al otro mundo, tanto por su edad como por los ímprobos esfuerzos que tendría que hacer en el lecho conyugal para cumplir sus deberes de marido. “Casamiento a edad madura, cornamenta o sepultura”, reza un antiguo proverbio castellano de advertencia al varón. Y otro en contrario, dirigido a la mujer: “No te cases con viejo por la moneda. La moneda se gasta y el viejo queda”. A lo que voy es a narrar lo acontecido en la noche de bodas de la disímbola pareja. La novia era inocente. Llegó al matrimonio sin conocimiento alguno de las realidades de la vida, pues su madre no tuvo el cuidado de hablarle acerca de ellas. El desposado, lo dije ya, andaba por los 80 calendarios. Tan pronto se vieron solos en la alcoba nupcial, él le preguntó a ella con tremulosa voz: “¿Ya sabes, linda, lo que hacen el hombre y la mujer cuando se casan?”. “No, don Foro -respondió la cándida muchacha (el señor se llamaba Telésforo)-. No lo sé”. “Pos estamos atrasados -se consternó el provecto marido-. Tú no lo sabes, y a mí ya se me olvidó”. Se trata de salvar al INE, claro, pero se trata sobre todo de salvar a México. Si López logra imponer su Plan B este país quedará en sus manos como propiedad privada. Su arremetida contra el árbitro electoral constituye el mayor ataque a la democracia desde los tiempos de Bartlett, quien a juicio de muchos está ya condenado al basurero de la moderna historia mexicana. De prosperar la intentona de AMLO regresaremos al tiempo de las elecciones de Estado, y los ciudadanos perderemos lo que a costa de tantos esfuerzos y tan grandes sacrificios se ha logrado para consolidar el ejercicio democrático en México. En el caso de que López saque adelante su Plan B dispongámonos a interponer todos los recursos de ley para anular su nefasta reforma electoral. Defendamos al INE. Salvemos a México. Pepito le pidió a su mamá que le comprara una sandía, la más grande que encontrara en el súper. “¿Para qué la quieres?” -preguntó, extrañada, la señora. Explicó Pepito: “Es que ayer le llevé a la maestra una manzana, y me dio un beso. ¿Te imaginas lo que me dará si le llevo una sandía?”.Don Wormilio llegaba a su casa todos los días a las 6 de la tarde luego de su jornada de 8 horas de trabajo como tenedor de libros en la Jabonera “La Espumosa”. Aquel día llegó a las 7, pues sus compañeros lo invitaron a tomar una cervecita en la cantina del barrio con motivo del cumpleaños de uno de ellos. Doña Gorgona, su mujer, lo esperaba de muy malos fierros. Cuando entró le dijo de buenas a primeras, puesta en jarras, áspero el tono, fruncidos el entrecejo y otras partes: “¿Cuántas veces te he dicho que no llegues tarde, mentecato?”. Replicó, humilde, don Wormilio: “Perdóname, viejita. No sabía que tenía que llevar la cuenta”. Nonito era un muchacho sin ciencia de la vida y -peor aún- sin arte. La vida tiene más de arte que de ciencia. Le preguntó a un amigo de mayor experiencia que la suya: “Deseo a Pelerina, pero la veo tan pura, tan virtuosa y casta que no me atrevo a pedirle que vaya a la cama conmigo. ¿Tú crees que si se lo pido aceptará?”. “Claro que sí -le aseguró el otro-. ¿Por qué haría contigo una excepción?”. FIN.