Por: Armando Fuentes

Salió el marido de su casa dizque a comprar cigarros, y ya no regresó. Pasaron 10 años, y cuando todos lo daban ya por muerto volvió como si nada. Su esposo lo abrazó hecha un mar de lágrimas y le dijo llena de emoción. “¡Haré una cena esta noche para celebrar tu regreso! ¡Vendrán tus hijos, tus ancianos padres, tus hermanos, tus tíos, primos y sobrinos; toda la familia!”. “Esta noche no -objetó el tipo-. Es martes, el día que juego al dominó con mis amigos”. La maestra instruyó a los niños: “Si alguno de ustedes siente ganas de ir al baño levante la mano”. Pepito planteó una razonable duda: “¿Levantando la mano se quitan las ganas?”. Don Luis Gutiérrez, hermano que fue del general Eulalio Gutiérrez, presidente de la República por la Convención de Aguascalientes, era hombre bueno, bonísimo. Revolucionario de corazón, fue valiente militar y funcionario honesto. De origen humilde, tenía pocas letras, y aunque los azares de la política y la guerra lo elevaron conservó siempre la llaneza y simplicidad del campesino. En un banquete oficial le tocó estar al lado del embajador de China, quien asistió al ágape vestido con el lujoso atuendo de la corte imperial de su país. Sacó don Luis un paquete de cigarros de hoja y le ofreció uno al dignatario: “¿Chupas, chale?”. “Chupar” era fumar, y “chale” el nombre que usaba el pueblo en México para designar a los chinos. Un día le preguntó a don Luis Cabrera: “Dígame, licenciado: ¿qué es eso del comunismo?”. Le explicó el abogado: “El comunismo, general, es una doctrina que piensa que todos los hombres son iguales”. “¡Újule! -replicó don Luis con desdeñoso gesto-. Cuando fui pastor de cabras aprendí que no hay una que sea igual a otra, contimenos los humanos”. Obsoleta, anacrónica doctrina es en nuestro tiempo el comunismo. Y fallida además: llevó al atraso y a la ruina a todos los pueblos donde se instauró. De ahí su fracaso y su caída. El marxismo-leninismo pertenece ahora a la paleontología política, y se halla en el desván en que la Historia arrumba los trebejos inservibles. Pero he aquí que el presidente López quiere sacar de sus añosas tumbas a Marx, Engels y Lenin y llevar sus osamentas a las escuelas para ejemplo y enseñanza de los niños y jóvenes de México. Los profesores deberán leer “El Capital”, que es, como se sabe, una novedad editorial de amena y facilísima lectura y gran modernidad. Eso es como recomendar volver al uso del corsé, el miriñaque y polisón; de las polainas y la bigotera; de la necesaria, perica, miravisiones, tibor, taza de noche o borcelana, o sea de la bacinica. El señor López, cuyo bagaje ideológico parece sacado de los monitos de Rius, da la impresión de querer cubanizar a México, Dese una vueltecita por Cuba -seguramente a él sí lo dejarán salir-  y vea cómo andan las cosas por allá a resulta de las ideas que ahora él quiere implementar acá. ¿No podrá alguien regalarle un calendario a AMLO? Quizá de esa manera se percate de que estamos en los años veinte del presente siglo, no en los sesenta del pasado. Grande fue la sorpresa de don Wormilio cuando al entrar en la cocina para el desayuno fue recibido por doña Gorrolota, su mujer, con un cacerolazo en la cabeza al tiempo que le decía hecha una furia: “¡Canalla, bribón, infame, sinvergüenza! ¡Soñé que estabas abrazando a una rubia, una morena y una pelirroja!”. “¿Y por eso me pegas? -se quejó el lacerado sobándose la parte dolorida-. ¡Fue sólo un sueño!”. “¡Sí, cabrón! -admitió doña Gorgolota, que por la ira subió el peso de sus adjetivos -. Pero si eso haces en mis sueños ¡qué no harás en los tuyos!”. FIN.

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