Después de 63 años de “revolución cubana” la historia no tiene necesidad de juzgar a los hermanos Raúl y Fidel Castro, a Ernesto “Ché” Guevara y a Miguel Díaz-Canel, su sucesor.
Fueron, son y serán un fracaso rotundo. Por eso llama la atención que México (más bien el presidente López Obrador) le haya otorgado la medalla de la Orden Mexicana del Águila Azteca.
Ese fracaso lo conocen bien nuestros diplomáticos en La Habana, lo saben los refugiados y exiliados cubanos en Miami, Madrid y México. Lo sabemos quienes hemos visto de cerca la tragedia humanitaria que vive la isla, siempre víctima de su victimismo, de chillar por el mundo que el bloqueo norteamericano los tiene hundidos cuando lo es la dictadura y la falta de libertad.
Sobre todo lo saben los cubanos, quienes pudieron asomarse al mundo a través de una pequeña ventana abierta en internet y reconocen que su país es un fracaso rotundo. La diáspora de 200 mil cubanos en un año podría ser de 5 millones si tuvieran la libertad de largarse.
En Cuba todo se cae a pedazos, sobre todo la mentira de su dogma comunista de prosperidad con igualdad. Los edificios están detenidos con polines para que no se colapsen. En La Habana la mayoría de la gente hace colas y espera, siempre espera: dos horas a las “guaguas” para ir a casa; en las gasolineras hasta dos días para cargar diésel y tardes enteras para unos litros de gasolina.
El racionamiento comienza temprano con las listas de víveres en una libreta que nunca se surte a tiempo y menos se completa. Con 5 huevos al mes por persona y salarios de 5 mil pesos cubanos -equivalentes a 780 pesos mexicanos- nada se puede comprar. Los cubanos ni siquiera esperan la esperanza. Deambulan por las calles sin tener mucho que hacer. Los viejos, con pensiones irrisorias viven de la solidaridad o de la caridad de otros. Sólo un pequeño número tiene la fortuna de trabajar en el turismo, donde hay dólares, propinas y comercio.
Doble turismo de quienes llegan a gozar de las playas paradisiacas y los bares de artificial alegría, donde la compañía de “jineteras” se convierte en algo aceptado por todos como un destino fatal.
¿Qué busca AMLO al entregar una medalla a un dictador, al representante de un estado fallido, al carcelero de 11 millones de seres humanos que sólo sueñan con la libertad? No lo sabemos. La regresión al dogma marxista es una contradicción con la vida cotidiana en el país. Peor modelo que Cuba no podemos encontrar. Bueno, tal vez Nicaragua y Venezuela compitan en modelo de fracaso, sobre todo Venezuela que está sentada en la mayor riqueza de hidrocarburos de Latinoamérica y ni siquiera sabe qué hacer con eso.
Premiar a un dictador y no reconocer la perversidad de su récord en su ataque a los derechos humanos de sus compatriotas; poner de ejemplo a Miguel Díaz-Canel y al vetusto sistema político de Cuba es una ofensa para nuestros verdaderos hermanos: las víctimas del modelo fracasado.
Y no es que México sea ejemplo de prosperidad y movilidad social, pero aquí al menos albergamos la esperanza de cambiar cada 6 años. Para Morena y para AMLO es una raya más de insensateces, de contradicciones ideológicas de un partido y un político que se dicen demócratas pero tienen aspiraciones autocráticas, por no decir dictatoriales.