La revolución de las plataformas en internet llegó para abrir la competencia en todo. Amazon y Mercado Libre en el comercio, Uber en el transporte y Airbnb en el hospedaje. Desde algún lugar lejano irrumpieron para dar más opciones al consumidor.

Su entrada a los mercados creó una verdadera disrupción en todas partes del mundo. En Nueva York, el valor de un “medallón” de permiso de taxi valía un millón de dólares. Con Uber se desplomó. En Guanajuato. las placas de taxi costaban hasta 600 mil pesos en el mercado negro. Hoy valen, cuando mucho, la tercera parte.

Los hoteles encontraron competencia con el invento genial de Airbnb, la plataforma que convierte en anfitrión a cualquier persona que tenga una o varias habitaciones extra en su casa. La explosión de la oferta significó una reducción en los precios de hospedaje. El turista y el viajero de negocios, ganaron. Los espacios vacíos se convirtieron en oportunidades en cualquier lugar del planeta.

El éxito fue tan grande que algunas ciudades sufrieron cambios inesperados. En Barcelona el negocio fue tan rentable que hubo gente que salía de su casa en el centro de la ciudad para rentarla. En Nueva York el alto precio de los hoteles abrió las puertas a la renta de departamentos a una quinta parte del precio.

El fenómeno hizo pensar a los gobiernos qué hacer en ciudades que encarecen su vivienda por el nuevo mercado. La vida cotidiana, el bullicio y el comercio tradicional, comenzaron a depender del turismo y no de los consumidores locales. Al igual que en el servicio de taxis, todo cambió.

En San Miguel de Allende floreció como en pocas ciudades la renta de habitaciones en casas de todo tipo, desde casonas en el centro de la ciudad, hasta pequeñas casas convertidas en lo que hoy conocemos como “bed and breakfast”, cama y desayuno. Airbnb abrió la puerta para que miles de personas tuvieran un ingreso extra o permanente.

El problema es cómo gobernar, cómo regular un mercado sin destruirlo. También cómo poner un piso parejo para todos quienes prestan el servicio. Los hoteles pagan impuesto al hospedaje, cobran IVA e Impuestos sobre la renta, además de seguro social, prestaciones laborales y presentan declaraciones al SAT.

Mientras nuestros legisladores encuentran el camino para facilitar el turismo llamado Airbnb, el Gobierno de Guanajuato debe también fiscalizar la plataforma. Airbnb tiene todos los datos de quiénes rentan, a qué precio y en qué volumen. El SATEG (Sistema de Administración Tributaria del Estado de Guanajuato) puede y tiene la facultad de pedir cuentas a la plataforma imponiendo las mismas condiciones que tienen todos los hoteles establecidos. ¿Cobran el IVA? ¿Pagan impuesto al hospedaje? ¿Están registrados ante Hacienda y sus trabajadores en el IMSS?

Hay anfitriones de una o dos habitaciones, pero también pequeñas operaciones de 10 o 15 cuartos. Hay quien renta un departamento -o varios-  por semanas o meses. Quienes lo hacen por Airbnb pagan a la plataforma por el servicio, por tanto les deben de facturar.

En San Miguel de Allende afirman que hay más habitaciones disponibles en Airbnb que en hoteles establecidos. Puede ser y es bueno que se aprovechen todos los espacios en beneficio de sus dueños. Significa ingreso y empleo. Pero, mientras nuestros legisladores encuentran buenas leyes que incentiven, promuevan y fiscalicen la operación de rentas de habitaciones, departamentos y casas, el SATEG tiene en sus manos un instrumento poderoso para gobernarlos. 
 

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