Todo lo que no está hecho puede crearse, el límite es la imaginación. Después de ver de nuevo el avance de Singapur, de su increíble ascenso desde el tercer mundo a su lugar de hoy como una nación rica y desarrollada, podemos pensar en cosas reales que puede hacer Guanajuato.
Podemos imaginar un estado seguro, con el mayor flujo de inversiones, con nueva infraestructura, con un gobierno donde la gran mayoría de los trámites sean por medios digitales. Lo que vemos en otras naciones desarrolladas puede emularse o simplemente copiarse.
Nuestra historia está llena de transferencias, de aprendizaje. En Singapur lo llevaron al extremo. Cuando comenzó su vida independiente en los años sesenta, el primer ministro Lee Kuan Yew, quien era un abogado de profesión, se dio el tiempo de viajar a la universidad y vivir en Estados Unidos durante tres meses para aumentar su recetario de buenas políticas públicas.
Lo que ahí aprendió fue invaluable para la construcción de su nación. Durante el tiempo que gobernó tuvo en la mira aprender de otros y asegurarse de que todo lo que se haría en Singapur fuera de clase mundial. Su determinación de acero y un equipo de funcionarios competentes ayudaron a que la pequeña isla tuviera la mejor línea aérea del mundo, el mejor puerto, el mejor aeropuerto, la mejor educación y uno de los sistemas de salud pública más eficientes.
El tema es que no todo paró ahí porque la cultura había cambiado. Muchos se reían de la prohibición de vender chicles o de las grandes multas por tirar basura o cruzar la calle donde no se debe. Otros critican las penas físicas y el castigo con azotes. ¿Cómo una nación desarrollada puede tener pena de muerte o castigos físicos como azotes con vara de bambú? Eso va contra las normas de respeto a los derechos humanos en Occidente.
¿Cómo puede un país desterrar la impunidad y combatir la corrupción con tanta eficacia o mantener un entorno ajardinado y limpio como ninguna otra ciudad? Decía Lee Kuan Yew que sólo cuando estés dispuesto a meter a la cárcel a tus amigos o a algún familiar, entonces será creíble la lucha contra la corrupción.
Guanajuato avanzó mucho en los últimos años en atraer inversión de gran calado como las armadoras de autos y sus empresas proveedoras. Sus centros de aprendizaje tecnológico ayudan a que nuestro estado sea uno de los mejor preparados para trabajar con cualquier tipo de industria. El aeropuerto es una herramienta indispensable y lo seguirá siendo si se amplía para atender la demanda creciente.
Las oportunidades están ahí: crear un gobierno digital; construir carreteras como la de Guanajuato a San Miguel; renovar y sacar las oficinas públicas de la capital para que sea la joya turística más hermosa del país. El Estado puede y debe adquirir tierra para hacer proyectos industriales, de vivienda y recreación. Además de ser un buen negocio, orienta el crecimiento con orden. En el corredor industrial urge gobernar y promover el desarrollo.
La agricultura de alta tecnología puede producir lo inimaginable. Del sorgo y otros granos pasamos a cosechas de altísima productividad y calidad. Una sorprendente evolución que no cesará.
Todo está puesto para crecer y hacerlo rápido, siempre y cuando logremos pacificar Guanajuato. No sólo por razones económicas sino por simple humanidad. Ningún pueblo debe sufrir y soportar la violencia como forma normal de vida. Sin paz y sin seguridad nunca seremos un estado desarrollado.