Por: Armando Fuentes. 

Ardiendo en deseos el ordenador le propuso a la computadora: “¿Nos enchufamos?”. “Hoy no -respondió ella-. Tengo un virus”. “Lástima -se entristeció el ordenador-. Ahora que traigo el disco duro”. La señora cumplía años. Su marido le dijo: “No tuve tiempo de comprarte un regalo, y de momento carezco de dinero, pero haz de cuenta que te he dado un cheque válido por 10 sesiones de apasionado amor”. Días después la señora lucía ropa de marca, bolsa de gran lujo, accesorios caros, reloj fino y joyas rutilantes. Amoscado le preguntó el esposo: “¿De dónde sacaste para pagar todo eso?”. Con ejemplar laconismo repuso ella: “Endosé el cheque”. “Si una dama dice que no, es que quizá. Si dice que quizá, es que sí. Y si dice que sí es que no es una dama. Si un diplomático dice que sí, es que quizá. Si dice que quizá, es que no. Y si dice que no es que no es un diplomático”. Entiendo los fingimientos, precauciones y recatos -se les llama protocolos- a que obliga el trato entre naciones, pero me llama la atención la actitud omisa del hierático, flemático y apático Joe Biden ante los excesos de los tiranos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuyos atentados contra los derechos humanos claman al cielo, como antes se decía al hablar de una injusticia grave. En las narices mismas del casi invisible mandatario norteamericano se está instaurando en México, su país vecino, un régimen antidemocrático, sin que el actual inquilino de la Casa Blanca diga esta boca es mía. Vuelvo a decir que entiendo los cuidados que se deben tener en la relación entre los gobiernos de dos naciones, y más cuando tienen la vecindad y los antecedentes históricos que existen entre México y los Estados Unidos, pero pienso que Biden debería dar oídos a las voces que en su país le advierten sobre los riesgos para la democracia que entraña el caudillismo absolutista de López Obrador, tan parecido a Trump en la ignorancia, el desprecio por la legalidad y el afán desmedido de poder. Lejos de mí la temeraria idea de insinuar cualquier forma de injerencia de los Estados Unidos en la política interna de nuestro país. Los usos internacionales, sin embargo, admiten pronunciamientos de condena ante los excesos de un gobernante que atenta contra su pueblo o vulnera a otra nación. Eso acaba de hacer México al signar la protesta de la ONU en relación con el ataque a Ucrania del desquiciado Putin. Ninguna duda cabe ya de que López Obrador está dañando a nuestro país con su proceder errático y sus obsoletos dogmas. Todo lo que dice perjudica a México, y nada de lo que hace lo beneficia. A sus adversarios los tilda de conservadores, siendo que el más grande conservador es él, pues reproduce los vicios de un pasado que gracias a los esfuerzos de la sociedad civil ya había quedado atrás. Son esos ciudadanos y ciudadanas los que se manifestarán este domingo en todo el país para protestar contra el empeño de AMLO de reducir al Instituto Nacional Electoral a la categoría de una dependencia del Gobierno, de su gobierno. La salvación de México no vendrá de afuera: somos los mexicanos mismos, los mexicanos libres y conscientes, los que nos juntaremos mañana y caminaremos unidos para defender una institución fundamental contra la arremetida de un autócrata que no quiere que haya ciudadanos, sino súbditos, vasallos obedientes a los dictados de su voluntad. Salgamos de nuestra casa, y al grito de “¡Va por México!” defendamos a esta patria de mujeres y hombres libres amenazada por un caudillo absolutista que ha probado ser enemigo del bien común, del orden constitucional, de la democracia y de la libertad. FIN.

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *