Por: Armando Fuentes
Mea culpa sed felix culpa. Con eso quiero decir: “Culpa mía, pero feliz culpa”. Ambas expresiones pertenecen a la liturgia de mi iglesia, la católica. La primera es del acto de contrición, por medio del cual los domingos pido perdón por los pecados que cometí el sábado y en los cuales volveré a incurrir el lunes. Lo de felix culpa hace alusión a la de Adán y Eva, culpa feliz pues para redimirla Dios se hizo hombre. Pero advierto que me estoy metiendo en campos que me son ajenos. Lo que quiero decir es que siempre caigo en tentación de gula. Mi esposa es eminente cocinera; pocos maridos habrá que en su casa coman como como yo. Suelo decirle. “Me traes de banquete en banquete”. Y es verdad. Por otra parte, con frecuencia mis tareas me llevan a Monterrey, generosísima ciudad que durante muchos años me ha dado pan para mi familia y afectos para mi corazón. Entonces gusto de comer en dos restoranes entre los muchos excelentes que tiene la capital regiomontana. Uno es “La Puntada”, en la calle de Hidalgo, cerca de los tradicionales hoteles Ambassador y Ancira. El caldo de res que en “La Puntada” sirven no tiene parigual, y el platillo que se llama “Atropellado”, hecho a base de carne seca regional con salsa picosita y acompañamiento de frijoles y tortillas de harina, está como para revivir a un muerto, según la frase consagrada. Mi otro restorán predilecto es “Los Arcos”, por Morones Prieto. Su especialidad son los pescados y mariscos, ambos de reconocida eficiencia para revivir un vivo. Ahí pido los legendarios “Tacos Gobernador”, creación de la casa en Mazatlán y ahora platillo obligado, y conocido con tal nombre, en todas las marisquerías del país. Se inventó en “Los Arcos” como homenaje a Francisco Labastida cuando fue gobernador de Sinaloa. Los ingredientes de esos tacos son camarón, queso, tomate, chile y cebolla, todo en tortilla de maíz dorada con un poco de mantequilla en el comal. Paradisíaco manjar es ése, que siempre me hace recordar a don Francisco, a quien considero uno de los mejores políticos de nuestro tiempo. Habría sido un magnífico presidente de México, desde luego mejor que Vicente Fox y Marta Sahagún, pero la naciente democracia mexicana, muriente ahora a manos de López Obrador si la Suprema Corte no la salva, llevó las cosas por diferente rumbo. Varias veces Labastida ha expresado su opinión en el sentido de que el PRI, en coalición con el PAN y el PRD, ganará la elección de gobernador en Coahuila. Su dicho es importante, pues don Francisco es uno de los hombres que en este país más sabe de política. Espero, como dice la frase popular, que su boca sea de profeta. No sería bueno para mi estado natal que el ganador fuera Armando Guadiana Tijerina. Es una buena persona, pero por su edad y su carácter no gobernaría él, sino la runfla de morenistas que lo rodean. Peor aún sería que por alguna desgracia inesperada llegara al gobierno Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja, considerado por algunos el Plan B de AMLO en Coahuila. Eso constituiría la tragedia mayor para mi estado natal. En primer lugar Berdeja no es coahuilense. Él mismo ha reclamado para sí la calidad de ciudadano de Guerrero, y tanto tiempo ha estado fuera de Coahuila que ya no lo conoce ni es conocido ahí. Por otro lado su sabido trato con persona que fue muerta a balazos en circunstancias sospechosas hace que se sospeche de él. No creo exagerar si digo que si fuera electo eso sería una verdadera catástrofe para un estado que ha conocido en estos últimos cinco años los beneficios de un buen gobierno, de la seguridad y de la paz. Ojalá se cumpla el vaticinio de don Francisco Labastida Ochoa. Pensaré en eso la próxima vez que disfrute un taco Gobernador. FIN.