Tardará poco en llegar un apretón de tuercas de los funcionarios norteamericanos contra la socarronería del gobierno mexicano. Son muchas las cuentas que tiene pendientes nuestro país: el maíz transgénico, la inversión en energía y el tráfico de fentanilo. Complicaciones que sólo se pueden resolver con la colaboración. 

El presidente López Obrador tiene una doble personalidad: en la tribuna mañanera se envalentona a soltar todo lo que piensa, sin filtros. También sin medir las consecuencias negativas que traería alguna medida unilateral punitiva desde EEUU. Más tarde se reúne con uno de los empresarios más importantes del mundo para charlar sobre el futuro promisorio de México a través de la inversión y los negocios. 

Larry Fink, el líder de BlackRock, el fondo de inversiones más grande del mundo, (10 billones de dólares en activos) sonríe con el presidente en Palacio como si fueran a cerrar un gran acuerdo para traer un montón de millardos de dólares al país. Espanta por la mañana cuando se enfrenta a Antony Blinken, Secretario de Estado y tranquiliza verlo departiendo con uno de los capitalistas más importantes, comparable con un Rockefeller o un Rothschild. 

Pongamos el ejemplo más simple: si México no acepta la base científica de que el maíz transgénico no dañó, no daña y nunca dañará la salud de quién lo consume, el vecino puede cerrar la puerta al aguacate. En Michoacán se pudrirán las huertas. Dejaríamos de ingresar unos 3 mil millones de dólares -según datos de statista.com- y perderíamos un enorme mercado. 

El recetario de trucos del “imperio” para amansar voluntades rijosas no tiene fin. Lo que han hecho antes lo conocemos, como reducir la velocidad del tráfico en los puentes fronterizos, bloquear el atún mexicano o el jitomate; pueden soltar bombas no materiales como información clasificada y sensible sobre personajes políticos de la 4T. 

Lo más grave sería darle un golpe al T-MEC, frustrar algunas exportaciones mexicanas de varios rubros y cobrar caro el daño que sufrirían los agricultores del Medio Oeste al no poder desplazar su maíz. De ganar el litigio sobre los bloqueos de México en agricultura y energía, el país tendría que pagar miles de millones de dólares en impuestos compensatorios. Algo que de inmediato nos haría quedar fuera del enorme atractivo que representa el país para el llamado “nearshoring” o acercamiento fabril. 

Blinken lo advirtió.

La bipolaridad de Palacio no sirve. Siempre hemos dependido de una relación madura con EEUU. Jamás la tendremos fácil, igualitaria y justa. Podemos aspirar a que sea benéfica, de respeto, seriedad y colaboración. 

Por fortuna no estamos al lado de una nación que se cree imperio como Rusia al invadir a su vecino Ucrania. Nunca mandarán marines. Tenemos muchos agravios, discriminación y la pérdida de la mitad del territorio nacional en la memoria histórica, pero la mejor opción es el pragmatismo.

Si el presidente cree que atraerá votación al envolverse en el nacionalismo, en pleitos verbales con funcionarios como Blinken o los voceros de la Casa Blanca, está equivocado. Los mexicanos dejamos de ser antiyanquis hace algunas décadas. Tan sólo la recepción de un billón de pesos (un millón de millones) de remesas ,hacen saber a millones de familias mexicanas que el sustento viene del norte. 

Esperemos que no se rompan muchos platos y podamos transitar al 2024 aceptando los consejos de Larry Flink y olvidando la ideología de Fidel, Chávez, Maduro y otros locos que sumieron a sus países en la pobreza y la desesperanza. 

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