En Medicina, el respeto es fundamental. Es ese conjunto de actos y consideraciones sobre los intereses y bienestar de otras personas. Es el reconocimiento de otro ser humano como único e irrepetible, con sus propias preferencias y aversiones, pensamientos, ideas, valores y moral. Es saber que las personas son autónomas e independientes, con individualidad, comportamientos y actitudes particulares.

En medicina transfusional, este principio y valor también es imprescindible y es además pilar de la ética que es trasfondo de la donación y transfusión. Es imperativo entender que la disponibilidad de un abastecimiento de sangre, sus componentes y derivados, que sea además seguro y suficiente, es uno de los fundamentos de la práctica de la medicina moderna. Este producto médico, la sangre, que es al día de hoy de origen exclusivo humano, depende su disponibilidad de contribuciones propias de donadores que realizan esta actividad para beneficiar a otros, sin apelar a un beneficio o recompensa personal.

Por lo anterior, es menester e importante que se respete a toda costa esta contribución de los donantes, mientras se toman todas las medidas que estén al alcance de los sistemas sanitarios para protegerlos, para que se mantengan sanos y seguros y además que lo que han regalado se use de manera adecuada, equitativa y oportuna.

Es por ello que resulta no menos que lamentable, que exista desperdicio y consiguiente dispendio en los productos terapéuticos relacionados a la sangre. Esta es una realidad cuasi universal (pero oculta) en multitud de centros hospitalarios y debe despertar atención. A nivel internacional se establece que alrededor del 9% de los componentes sanguíneos son descartados o se les da “destino final” (se tiran) y en países cuyas políticas públicas de aseguramiento de calidad en relación a procesos de medicina transfusional son endebles, este índice está alrededor del 20%.

Esto es paradójico, porque si bien la demanda de sangre sobrepasa el abasto y stock en la mayoría de centros hospitalarios y bancos de sangre, lo poco que hay sufre de mal uso y desperdicio, con una merma sustantiva e impacto en la prestación de servicios y además lastimando las finanzas de los centros de sangre o clínicos asistenciales.

Pasando por el sobreordenamiento de productos derivados de la sangre por los médicos clínicos, por un ejercicio inacabado de razonamiento y toma de decisiones inadecuadas para el uso de esta alternativa terapéutica (lo más socorrido es “pido de más, por si las dudas”)  o por continuar con costumbres y prácticas basadas no en la evidencia, sino en “así me enseñaron a mí”, sumándose lo anterior a mecanismos de conservación, almacenamiento y transporte mal supervisados (incluso en algunos lugares ni siquiera presentes) que provocan la pérdida de calidad de los componentes y sistemas de inventario disfuncionales, es que este valioso recurso termina no salvando vidas o mejorando la condición clínica de los pacientes, sino en el basurero.

Agradeciendo este espacio otorgado por un medio que siempre ha sido abierto a tratar este tema particular como es la seguridad sanguínea, es que hago un llamado a colegas patólogos clínicos, profesionales de la medicina transfusional, médicos clínicos y quirúrgicos, así como al personal de enfermería (y a todos los colaboradores relacionados a estos procesos) para que hagamos un esfuerzo adicional en afán de mejorar la calidad de los servicios de sangre y de manera particular, además de promover la donación voluntaria y no remunerada de este valioso recurso terapéutico, a evitar su desperdicio. De igual manera, se llama a las autoridades a proporcionar recursos y herramientas para fortalecer estos centros fundamentales prestadores de servicios de salud. Es tiempo.

 

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre   

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