Un día feliz para quienes creemos en la democracia y en México. Ese fue el regalo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al rechazar la primera parte del llamado Plan B de Morena para destazar al INE. ¿Qué dijo la Corte? Fácil explicarlo: 

El grupo mayoritario de Morena y sus aliados en Partido Verde y el PT, legislan sin hacerlo, meten gol en offside, votan sin salir al campo y en el encuentro que presuntamente ganaron a la oposición, nunca sacaron el balón. 

El ministro Javier Pérez Dayán lo explicó con gran claridad: no hay necesidad de entrar al tema de la constitucionalidad de las leyes si ni siquiera se cumplieron los requisitos primarios del debido proceso. Sólo las ministras totalmente Palacio, Loretta Ortiz y Yasmín Esquivel votaron en contra. Hasta el dócil ex presidente Arturo  Zaldívar se unió al proyecto. Finalmente entró en uso de razón. 

La ministra presidenta, Norma Piña, da la estatura de estadista. Lo habíamos visto cuando el 5 de febrero no se paró a aplaudir al caudillo. En la ceremonia oficial pusieron en su silla de representante del Poder Judicial a un generalote. A ella en una esquina.

Norma Piña es una estadista porque sabe que en una democracia las minorías deben participar, ser escuchadas y representadas en la construcción (o destrucción) de nuestras instituciones. 

Nada de que ahí les va la aplanadora y háganse a un lado porque al señor de Palacio ordena que a sus propuestas no les cambiemos una coma. 

La impericia o la impudicia de la asesoría legal de López Obrador pidió dos cosas: que pospusieran la votación de la ponencia de Javier Pérez Dayan y que el ministro se abstuviera de votar. Por unanimidad batearon las solicitudes, primero porque el Poder Ejecutivo no tiene que dar instrucciones al Legislativo y segundo porque la solicitud era absurda. 

Se van a cumplir 5 años de la elección triunfal de Morena. Nunca tuvimos noticia de que el candidato ganador tuviera interés en construir acuerdos con la oposición. Prefirió la postura del dicho que hizo famoso Carlos Salinas: “ni los veo ni los oigo”. La voluntad nunca fue el diálogo, el encuentro, la celebración de la pluralidad. Desde el púlpito mañanero se abrieron zanjas, se pusieron paredes de separación entre el presidente de todos los mexicanos y los mexicanos con visión del mundo distinta. 

Llegamos al extremo de percibir odio en contra de muchos sectores: empresarios, periodistas, doctores, científicos, jueces y académicos. Los embates contra Norma Piña son de lo más bajo. Resulta increíble que sean tolerados por la autoridad de la CDMX y el propio presidente. 

En estos días  y meses hemos aprendido mucho del valor que tiene la Suprema Corte y sus ministros. Sabemos sus nombres y su competencia. Distinguimos entre quiénes están ahí para complacer y quiénes tienen la sabiduría y el talento de cumplir con su único deber: respetar y hacer respetar la Constitución. 

El azar también jugó un papel importante cuando Guillermo Sheridan descubre el plagio en la tesis de la ministra Esquivel, abonado por una investigación de El País donde también se demuestra que plagió buena parte de su tesis doctoral. Sí Esquivel hubiera llegado a la presidencia de la Corte, el INE pudo terminar en el rastro de la política, destazado e inservible. 

La diosa fortuna permitió que una mujer sólida como una roca, sencilla e inteligente, contuviera los embates permanentes de olas de odio provenientes de Palacio. 

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