Pocos precandidatos a la Presidencia de la República pueden decir con tal seguridad que van a ser presidente. Una frase que encierra un destino.

En el programa de Joaquín López Dóriga durante la tarde de ayer en Radio Fórmula, el canciller Ebrard dio cátedra política. Insistió, como lo hace desde hace unas semanas, que quiere piso parejo y reglas claras para los aspirantes. Quiere debates, quiere mostrar su capacidad y conocimientos.

López Dóriga le dio tiempo, -mucho tiempo- al aire en una segunda entrevista que promete realizar cada mes cuando menos. Habló de todo: política exterior, salud y educación. Habló con cifras. Lo más interesante es cómo respeta el lugar del presidente pero a la vez le envía un mensaje fuerte y claro: “voy a ser presidente”. Es casi una teoría de juegos. Si AMLO  decide por encuesta que su sucesora debe ser Claudia Sheinbaum, entonces Ebrard tendría que partir de Morena para organizar a la oposición en un bloque. Dice que va a ser por Morena aunque lo que muestran los hechos es que Claudia aprovecha su posición privilegiada de favorita.

Claudia, sin el patrocinio del presidente, jamás sería una candidata natural de Morena. La larga trayectoria de Marcelo Ebrard, su red de redes políticas desde que perteneció al PRI lo hacen el candidato con la experiencia y el colmillo para ganar la elección. Además tiene tablas con todos los medios de comunicación.

La tesis es que Ebrard irá a todas a pesar de López Obrador, quien tiene fobia a los entrevistadores más populares del país. Es fácil vaticinar que irá incluso con Carlos Loret de Mola en un signo de apertura pero también de desafío. Un signo de que su lealtad no implica sometimiento. Probablemente estará con Ciro Gómez Leyva por la mañana y con otros presentadores de noticias populares. No puede dar entrevistas sólo a un conductor nacional.

En la mente y el corazón del presidente está Claudia; en su instinto político ahora debe considerar las posibilidades de tener en contra a Ebrard. Si el canciller llega a la candidatura de Morena, será muy difícil que la oposición logre algo. Los vemos desarreglados, con dirigentes que no quieren entender ni valorar la fuerza ciudadana, su única posibilidad de lograr el cambio. Con Alito y Marko, los de Morena se mueren de risa a pesar de tener candidatos de una gran valía como Enrique de la Madrid, Xóchil Gálvez o Ángel Gurría.

El mensaje que enviará Ebrard todos los días en todos los medios será siempre una fina y cuidada amenaza para su compañero de mil batallas. El presidente cometería un grave error al escoger a Sheinbaum para enfrentar a Ebrard apoyado por parte de los morenistas desencantados y toda la oposición.

Otra desventaja de tener fuera de la boleta de Morena al canciller es la cantidad de información que tiene. Sabe vida y obra de todos los personajes de la política nacional y en particular la de López Obrador, quien, al verlo del otro lado de su banqueta, podría sufrir un infarto.

Si por alguna razón desconocida eligen a Adán Augusto López como seguro y leal continuador del presidente, las cosas se pondrían peor en Morena. En el juego de los mensajes, las cartas y las apuestas parecidas al póker, Ebrard parece educado en una mesa de Las Vegas. Su mensaje es López Dóriga y luego todos los “adversarios” de palacio que vengan.  

 

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