Faltan 384 días para las elecciones del 2024, y según la ley, partidos y candidatos deben abstenerse de hacer “actos anticipados de campaña”. El primero en romper la norma es el presidente de la República. Desde su privilegiada posición en Palacio Nacional, arenga a la población para que vote por su partido.
Desde hace tiempo definió quiénes serían sus candidatos y los llamó “corcholatas”, un calificativo que significa, como las láminas de los refrescos, “destapables”.
Son cuatro: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal.
Nadie en Morena objetó la lista y ningún otro personaje se atrevió a lanzar su candidatura porque no estaba en el ánimo del líder. Monreal llegó al último y está en la cola de la lista. Adán Augusto parece un caballo negro y la guerra total está entre Claudia y Marcelo.
Ahora los cuatro candidatos están en campaña. Lo hacen presuntamente en sus tiempos libres de fin de semana, lo hacen con miles de bardas pintadas y campañas en medios disfrazadas de otra cosa. Si la ley se cumpliera en este país, estarían descalificados.
La oposición, desbordada por el partido en el poder, comienza a replicarse con muchos más aspirantes declarados del PAN, PRI y de uno que otro sin partido, pero con trayectoria pública. Son los que levantan la mano. Los más visibles del PAN: Ricardo Anaya, Lilly Téllez, Santiago Creel, Juan Carlos Romero Hicks, Manuel Vila, Mauricio Kuri, Maru Campos y Francisco Javier Cabeza de Vaca, están apuntados.
Del PRI: Enrique de la Madrid, Claudia Ruiz Massieu, Ildefonso Guajardo, Beatriz Paredes y Alejandro Murat, están apuntados en la lista. José Ángel Gurría y Gustavo de Hoyos, también quieren aunque dicen no tener partido e ir por la “sociedad civil”.
El PRD sólo cuenta con un nombre de relevancia, Miguel Ángel Mancera. No se ven más gallos. Por Movimiento Ciudadano hay uno de nombre histórico, Luis Donaldo Colosio y otro que simplemente coquetea con el proyecto, Samuel García.
Como vemos, jamás en la historia nacional habíamos tenido tantos aspirantes a la presidencia de la República. No describo los puestos y trayectorias de cada uno porque terminaría el espacio de esta columna. Basta decir que todos, cada uno a su manera, hace su lucha por colocar su nombre en el ánimo de la opinión pública.
Como todo está desbordado, en los estados y municipios comenzaron también las campañas. Tomemos el ejemplo de Guanajuato. Desde que el dirigente de Acción Nacional, Marko Cortés dijo que una mujer podría ser la candidata a la gubernatura, surgieron cuatro nombres en su partido que luego se redujeron a dos: Libia Denisse García y Alejanda Gutiérrez. En Morena, Ricardo Sheffield, Antares Vázquez y Ernesto Prieto están apuntados. Hay otros y otras que no cuentan. El PRI no tiene candidato a la vista porque se convirtió en un partido irrelevante como el Verde. Movimiento Ciudadano es un enigma porque ni siquiera aparece en el mapa.
La catarata de candidatos sigue en las presidencias municipales pero sería larguísimo describir el escenario de cada ciudad. Lo cierto es que la efervescencia llega a todas partes.
El catalizador de un país en campaña proviene de Palacio. Un fenómeno inédito.
La contienda comenzó en grande. A nivel nacional los de Morena pintan miles de bardas; borran las del contrincante y sobreponen las propias. Es un relajo. El uso ostensible de recursos (propios o del gobierno) no pueden ser auditados y son, bajo la ley electoral, ilegales. Y esto sólo es el principio. (Continuará).