Por: Armando Fuentes
Hoy aparece aquí el chiste más pelado en lo que va del año. Narración tan impúdica será difícil encontrar en los anales de la sicalipsis. Las personas de moral estricta deben abstenerse de posar en ella los ojos, no sin antes recordar que un voto el próximo domingo por Morena o el PT será un voto contra Coahuila. ¿Por qué un escribiente como yo, de urbana pluma, da a las prensas una historia así, tan vitanda y merecedora de censura? ¿Acaso tal acción puede considerarse un indicio más de la decadencia de Occidente, vaticinada desde principios del pasado siglo por Spengler? ¿O se trata simplemente de una boutade del columnista? Averígüelo Vargas, sujeto indeterminado a quien en otros tiempos se imponía el deber de investigar todo tipo de cuestiones dudosas. El dicho relato aparece al final de esta columna, después de los inanes chascarrillos que ahora siguen. Un curita joven le preguntó a otro de mayor experiencia: “Dígame, padre: ¿cuál es su opinión acerca del celibato sacerdotal?”. “Mira, hijo -respondió el presbítero-. Cuando voy a la cama por la noche lo lamento, pero al levantarme en la mañana le doy gracias al Señor por él”. En el Bar Ahunda, después de varias libaciones, un tipo le hizo al amigo que lo acompañaba una confidencia de carácter íntimo: “Llevo ya 10 años sin tener sexo con mi esposa”. “¡Caramba! -exclamó el otro-. ¿Cómo lograste eso?”. Don Cucoldo le contó a su vecino: “Ayer regresé de un viaje y encontré un reloj de hombre en el buró de mi señora”. “No lo puedo creer -manifestó el vecino.-. Pensé que se me había caído en la calle”.Viene en seguida la desfachatada historia que anuncié ut supra, esto es decir arriba. Las personas con escrúpulos morales deben suspender ahora mismo la lectura. Por cierto, a propósito de esa esdrújula palabra, escrúpulos, recordé en este punto al salaz tipo que le pidió a la hermosa chica la dación de su más íntimo tesoro. Opuso ella: “Tengo escrúpulos”. “No importa -replicó el lúbrico sujeto-. Usaré preservativo”. Pero vayamos a la citada relación. Afrodisio Pitongo, a quien conocemos por su proclividad a los placeres de la carne, estuvo con una joven mujer en el departamento de ella. Poseído por el deliquio de la pasión sensual le pidió la realización de un acto de gran contenido erótico, que la anfitriona llevó a cabo por cortesía hacia su visitante. Acabado el trance ella fue a la cocina y regresó con una botella que mostraba una etiqueta con dos letras, ML, y abajo, en caracteres más pequeños, la expresión VPSO. Le sirvió una copa al tal Pitongo y le pidió: “Bébela”. Afrodisio, a quien el sopor que sigue al acto lo había privado del instinto de conservación, apuró la copa hasta las heces. Al terminar de tomarla hizo un gesto de disgusto y declaró: “Éste es el peor bebistrajo que he probado a lo largo de mi vida. Es un aguapié infame, nauseabundo, emético, o sea vomitivo. Dime: ¿Qué clase de bebida me diste?”. “Es ML -respondió la mujer-. ‘Mi Licor’. Lo hago yo misma con vinagre corriente, láudano, amoníaco, aceite de ricino, azufre y agua negra”. “¡Qué barbaridad! -profirió irritado Afrodisio-. ¡Con razón sabía tan mal! Pero veo también en la etiqueta les letras VPSO, ¿No debería ser VSOP?”, “No -replicó ella-. Las letras están bien puestas. Sé que lo que me pediste hace rato que te hiciera es una práctica común y placentera en muchas parejas cuando hay amor y consentimiento mutuo y se toman las debidas precauciones de higiene y sanidad. A mí, sin embargo, eso no me agrada, igual que a muchas personas. En mi caso las iniciales VPSO significan ‘Venganza Por Sexo Oral'”. FIN.