Por: Armando Fuentes. 

¿Por qué aquel joven marido andaba nervioso, irritable, inquieto y desasosegado? Porque su esposa estaba embarazada de 8 meses, y como era primeriza y el embarazo era de riesgo su ginecólogo le había recomendado que se abstuviera de tener trato de cama hasta nuevo aviso. Ambos cumplieron tal indicación, pero ella notó la inquietud, nerviosidad, desasosiego e irritabilidad de su romeo. Bien decían en su macarrónico latín los goliardos medievales: Semen retentum venenum est. Así, una noche le dijo: “Ten estos mil pesos y ve con la comadre Loretela. El compadre está de viaje, y estoy segura de que por esta cantidad ella hará contigo lo que por ahora yo no puedo hacer”. El esposo, agradecido por la actitud comprensiva de su mujercita, tomó el dinero y fue en busca de la suplente. Regresó a poco, sin embargo, y le informó a su señora: “Dice la comadre que mil pesos es muy poco. Me pidió 2 mil”. “¡Qué malagradecida! -profirió con enojo la muchacha-. ¡Cuando ella estaba embarazada yo le cobraba al compadre solamente mil!”. Don Baleno, debo señalarlo, era inmensamente gordo. Lo digo a riesgo de faltar al consejo del buen Padre Ripalda: hay que disimular las flaquezas de nuestro prójimo. Un día estaba en su automóvil y notó que un muchachillo lo veía con atención reconcentrada a través de la ventanilla del vehículo. Bajó el cristal y le preguntó, molesto: “¿Qué ves, niño?”. Respondió el chiquillo: “Perdone usted, señor. Pensé que el vidrio era de aumento”. Susiflor le estaba contando una película a su amiga Rosibel: “Entonces él la besó en los labios”. Comentó. Desdeñosa. Rosibel: “Ha de ser una película muy vieja”. Este día hay elecciones en Coahuila y en el Estado de México. Vayamos a las urnas. Y en el caso de mi entidad nativa repito mi firme convicción en el sentido de que un voto por Morena o por el PT será un voto contra Coahuila. Don Acisclo hizo construir en el jardín de su casa una pérgola, armazón de madera para que diera sombra una enredadera que ahí había plantado. Le dijo a la señorita Himenia, célibe madura: “La invito esta tarde a mi casa, querida amiga. Ahí le enseñaré mi pérgola”. Respondió con enojo ella: “Si me invita para esa clase de peladeces no iré”. Babalucas se jactaba con orgullo: “Mi esposa es muy mexicana y muy patriota. Cuando vamos a Estados Unidos siempre les lleva la contraria a los americanos. En la puerta de sus tiendas dice: ‘Sale’, y ella entra”. (Me recuerda a César Garizurieta, “El Tlacuache”, ingenioso veracruzano -¿quién que es veracruzano no es ingenioso?-  que afirmaba: “Hablo el inglés patrióticamente mal”). Más de una vez se ha aparecido por aquí Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Ahora lo vemos en su departamento en compañía de Dulcibella, hermosa chica. El salaz individuo le ha pedido a su invitada la dación de su más íntimo tesoro, pero ella, educada en el Colegio de la Reverberación, se ha negado una y otra vez a la lúbrica solicitud. Le preguntó él con labia untuosa: “¿Acaso le tienes miedo a la flor del amor?”. “A la flor no -replicó Dulcibella-. A lo que le temo es al fruto”. Atinada reflexión. Reza un antiguo proverbio: “De abracijos salen hijos”. Insistió Afrodisio, pues lo acuciaba el ardor de la libido, y de nueva cuenta se topó con la rotunda negativa de la joven, que se negaba a entregar la plaza. Ni los cruzados que iban a tomar Antioquía enfrentaron resistencia igual. Finalmente le dijo él: “Dejémoslo a la suerte, linda. Echaré al aire una moneda. Si cae águila haremos lo que quiero yo. Si cae sello haremos lo que tú no quieres”… FIN.

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